martes, 8 de octubre de 2013

Campaña contra el Bullying Argentina

Excelente campaña. Hay que difundirla. Hay que tener respeto por la diferencia.


Un fanático de la moderación

Por  |  Para LA NACION


Binner no parece un político argentino. No es cuestión de apellido (porque este país tiene políticos con todos los gentilicios de la inmigración) ni de que sea rubio, alto, de ojos azules, no un galán sino un gringo de Rafaela. Diferente del típico político argentino porque no lo tocaron las tradiciones populistas del peronismo ni las tradiciones de elocuencia tribunera del radicalismo, que también sabe ser populista.
Tampoco tiene el estilo campechano, inteligente y zorro del fundador de su partido, Guillermo Estévez Boero, el único socialista con cualidades oratorias y gestos que lo revelaban sensible al populismo. Binner no es un buen orador espontáneo. Cauteloso hasta la parsimonia, cuida cada uno de sus dichos. Difícil que se deje arrastrar por el fervor de un acto de masas. En agosto de 2011, cerró la campaña del FAP en el Luna Park con un discurso tan contenido que parecía la intervención en un panel universitario. Si los periodistas buscan un título, no será de Binner de quien lo obtengan.
Es un nacionalista convencido. Se emociona con la celeste y blanca; se enorgullece de que en Santa Fe se haya cosido la bandera más larga del país, un récord patriótico; es un malvinero para quien las islas son un territorio nacional tan histórico como las provincias unidas por los "pactos preexistentes" de los que habla el Preámbulo de la Constitución. Es también un político de quien jamás se ha tenido una sospecha de corrupción; un reformista moderado que cree en la buena administración. Su ideal es una burocracia de Estado honesta, técnicamente hábil, laboriosa y transparente.
El pasado agosto ganó las PASO con el 47% de los votos. Fue dos veces intendente de Rosario y una vez gobernador de Santa Fe (donde no hay reelección). Construyó un frente con radicales, demócratas progresistas, ARI y otras fuerzas que se mantiene desde hace años. En 2007, ese frente realizó una hazaña, llevando como candidato al radical Mario Barletta: ganarle por primera vez al peronismo en la ciudad de Santa Fe. El día de aquellas elecciones, la provincia se movía con centenares de fiscales dispuestos a garantizar el resultado, jóvenes que viajaban de una ciudad a otra, terminales de ómnibus repletas. El Frente Progresista construido por Binner puede reclamar los laureles de esa victoria.
Cuentan que maneja con mano muy firme el Partido Socialista, del que es presidente; en Santa Fe, su liderazgo partidario es indiscutido y le va mal a quien se le ocurre cuestionarlo. En elecciones internas de su partido, Binner le hizo sentir la derrota a quien se le puso enfrente. Esto no es incompatible con el diálogo hacia afuera de los límites de la propia casa política. A diferencia de los peronistas y de los radicales, feligreses en iglesias donde abundan las herejías y se recibe a los réprobos y a los traicioneros como si hubieran pasado por las aguas del Jordán y salido de allí nuevitos, es difícil que los socialistas de Santa Fe reciban a quienes, en la provincia de Buenos Aires, se hicieron kirchneristas. Esto les pone límites a las tentaciones de aventuras personales y también alambra con cinco hilos los espacios partidarios.
Pese a su nacionalismo, Binner no es un político criollo. No puede serlo: desde fines del siglo XIX, los socialistas fueron los primeros en denunciar ese folklore del negocio, el fraude y el toma y daca. Sin embargo, algunos socialistas, como Alfredo Palacios o Estévez Boero, tuvieron estilos más folklóricos. Binner nada, ni un rastro. Ésta puede ser su mayor virtud, y también su mayor límite. Hay modos del guiño, la exageración, el trato confianzudo, la proximidad del cuerpo a cuerpo, de los que Binner carece y, además, no desea aprender.
Su prudencia es extrema. Nunca da la impresión de ser un hombre políticamente audaz ni arriesgado, sino la de alguien que se esmera por ser calmo, respetuoso, correcto y ecuánime. Construcción planificada y a largo plazo, sumar y sumar, evitar el peligro del salto, pero perder al mismo tiempo la vibración carismática de quien juega su destino, alguna vez, en una sola movida (Raúl Alfonsín, lejos de ser un aventurero, supo hacerlo, ganó y perdió). En esta campaña electoral, procuró no cruzar demasiadas veces los límites de su provincia; no ofreció su buena imagen, con mano abierta, para apoyar a Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín, los candidatos del Frente Progresista en Buenos Aires. Administró su capital político. Binner quiere ser candidato a presidente de la Argentina. La generosidad política lo ayudaría sin ponerlo en demasiado riesgo.
No busca fascinar con destellos. Cumple un ceremonial que puede volverse solemne y aburrido. Nadie lo imagina en "Bailando por un voto" ni cualquier otro engendro de la teleingeniería audiovisual. Por eso solamente Binner, incluso cuando no es generoso con sus aliados, incluso cuando dice menos de lo que debería decir, sólo por eso es mejor que los símiles políticos construidos por asesores de medios y encuestadores. Prefiere hablar con técnicos y él mismo, médico sanitarista y anestesiólogo, es un técnico.

Quien busque emociones fuertes que ponga el rumbo hacia otra parte. Binner no busca apasionar, sino convencer. Por eso, la palabra "programa" es tan frecuente en sus intervenciones y dedicó todo el pasado verano a una construcción nacional, donde las reuniones con dirigentes y los documentos escritos fueron una prueba más de su modo poco espectacular de hacer política. Ignoro si los ciudadanos quedan fascinados con quien les asegura que tiene "programas". Pero al menos los santafecinos siguen votando a un hombre que ofreció "programas" cada vez que fue elegido. Hay un riesgo que no puede eliminarse: la moderación puede ser tan peligrosa como el desborde.

lunes, 7 de octubre de 2013

Palermo: un barrio que se convirtió en tierra de vándalos

Vecinos y comerciantes denuncian que de la mano de la actividad ilegal de los "trapitos" aumentó el delito en la zona
Por   | LA NACION


En un barrio que se caracteriza por el diseño, la moda y la gastronomía, ahora la tendencia son los robos y la violencia.Peleas entre "trapitos", asaltos, rotura de vidrieras, amenazas a vecinos, extorsiones a automovilistas, consumo de alcohol y drogas en la calle son la nueva "marca" de Palermo Viejo.
Según el Mapa Ciudadano del Delito, elaborado por la Red Palermo Seguro, desde enero de este año fueron denunciados 30 hechos delictivos en un radio de cinco cuadras, de los cuales la gran mayoría ocurrió en los últimos tres meses, y la mitad, sobre cuatro cuadras de la calle Gurruchaga, el epicentro del descontrol. Los hechos que, por su característica, "no son denunciables", pero que no dejan de ocurrir, como las extorsiones de los cuidacoches, se acumulan de a cientos por día.
En una recorrida, LA NACION advirtió la presencia de "trapitos" en estado de ebriedad y con el dominio casi total de la calle. La falta de luz, sobre todo en Cabrera, y la desmejorada situación del espacio público hacen el lugar aún más peligroso.
Un ritual delictivo parece ser la última moda entre los delincuentes de la zona : el "estreno". Cada vez que aparece un nuevo comercio, sufre un atraco dentro de los primeros 15 días. Eso ocurrió con la mueblería de Niceto Vega y Gurruchaga: abrió hace tres semanas y hace dos le rompieron la vidriera con un adoquín y sustrajeron un LCD y una computadora. Los vecinos señalaron a una chica "trapito" que suele parar en esa cuadra como autora del hecho. "A las 21 te cuidan el auto, a las 3 te roban", dijo a LA NACION la arquitecta Laura Pérez Arizmendi, dueña de Red Sur Design, que también fue víctima de los robos.

"Era obvio que te iban a estrenar, mamita", le dijo un "trapito" a Marcela Labarde tras haber sufrido el robo de su notebook y su cartera en el showroom de su marca Neghro, a poco de abrir en Gurruchaga 1524. "Antes estaba en El Salvador y Nicaragua. Si sabía que por unas pocas cuadras esto iba a ser así, no me iba", afirmó.
La bicicletería Bici Up, de Gurruchaga 1519, también sufrió su "acto inaugural" el 2 de agosto pasado. Según relató a LA NACION Marcelo, dueño del local, dos semanas después de la inauguración le forzaron la puerta de hierro y se llevaron siete valiosas bicicletas Vairo. En frente, en la boutique Basilotta, de Gurruchaga 1532, afirman que los "estrenan" cada vez que hay una vendedora nueva. La última "bienvenida" la padecieron el 10 de julio pasado.
"No es sólo el tema de los robos. Se agarran a cascotazos un sábado a la tarde y espantan a todo el público, te pintan grafitis insultándote si no les das dinero y les gritan de todo a las mujeres, incluso a las que pasan con chicos", se quejó Labarde.
Para la Policía Federal, la situación delictiva no escapa a la media de la ciudad. No obstante, reconocieron que, por día, detienen en promedio entre tres y cuatro personas por arrebatos, hurtos, robos y vandalismo en la zona. Sin embargo, inmediatamente reciben la orden judicial de liberarlos. "La bronca que tenemos al verlos de nuevo en la calle es el doble que la de los vecinos. Hace poco detuvimos cuatro veces en una semana a uno apodado «el Orejón» y las cuatro veces la Justicia lo dejó libre", confió a LA NACION un jefe policial federal.
Maximiliano Corach, presidente de la Junta Comunal 14 por Pro, dijo a LA NACION que si bien el tema de la inseguridad y de la actividad de los cuidacoches los "excede", igualmente "tratan de estar al tanto para ser un nexo entre los vecinos y las autoridades". Y adelantó que, para mejorar la seguridad en la zona con una mejor iluminación, planean instalar el sistema de luminarias LED, que ya se ve en otros puntos de la ciudad.
Los vecinos también sufren "aprietes" y represalias de algunos "trapitos" si se niegan a pagar por estacionar o si los denuncian. "Sé dónde vivís, te voy a romper la cabeza a vos y a tu marido", amenazó "el Gordo Rodrigo" -así lo identificó la policía- a Florencia, una vecina de Gurruchaga y Gorriti, luego de que ella se quejó por los tres días consecutivos de peleas que llevaban los "trapitos", el 22 de mayo pasado. La escena ocurrió delante de la policía.
"No se lo llevaron hasta que vino un patrullero con cámara para registrar el procedimiento", recordó la vecina. Al día siguiente, el fiscal del caso dictó una orden de alejamiento, que el "trapito" violó más tarde.
"Nosotros nunca habíamos tenido problemas. Incluso les dábamos comida. Pero ahora están fuera de control", se quejó Sergio De la Zerda, dueño del bar Baraka, situado en Gurruchaga y Cabrera, que hace un mes encontró dentro de su local a un "trapito" que se había herido al romper la vidriera para entrar.
Romper las vidrieras por simple vandalismo es otra "moda". La semana pasada lo sufrieron un local de ropa de diseño en Gorriti 4911 y el Coffee Store de Malabia y Gorriti. Y en Bowen debieron poner rejas luego de seis episodios de este tipo. En Thames y Costa Rica un restaurante cerró luego de sufrir tres ataques en el año.
Aunque todos los comercios trabajan bajo llave, los robos a mano armada se suceden igual. En Alma Jeans, en Gorriti 4902, Jesica ya no recuerda la cantidad de asaltos sufridos. "Las dos últimas veces fue la misma persona. La segunda, ingresó detrás de una clienta y luego se fue en taxi", contó la joven empleada.

LA INSEGURIDAD SE EXTIENDE A CALLES CERCANAS

Anteayer a la mañana, un redactor de LA NACION fue también víctima de la inseguridad en Palermo. Una banda integrada por nueve delincuentes lo golpeó para robarle sus pertenencias.
El cronista fue sorprendido a las siete de la mañana en el cruce de Godoy Cruz y Honduras por una banda de vándalos que, sin mediar palabras, lo rodeó y lo golpeó para consumar el robo. Luego de obtener un magro botín (un celular y algo de dinero) huyeron; el periodista sufrió excoriaciones leves.
Doce horas antes, a tan sólo cinco cuadras de distancia del lugar de aquel hecho, una tía del mismo redactor fue también víctima de la inseguridad. A las 19 del viernes fue asaltada por dos motochorros, que aprovecharon que se detuvo en un semáforo en rojo para romper la ventanilla de su auto y robarle la cartera.