martes, 25 de septiembre de 2012

Mujer Maravilla - Por Fabián Casas



En el pesaje previo a la pelea, hubo un momento en el que los dos oponentes, semidesnudos, se pusieron cara a cara. Si no hubiesen estados los promotores del match, las cámaras de TV, los técnicos, periodistas, preparadores físicos y demás integrantes de la retórica del boxeo, uno supone que los púgiles se hubiesen besado sin problemas. Como dos gladiadores romanos bajo un sol histórico. O como lo hacían los soldados de la infantería griega quienes lloraban desconsolados la muerte de sus parejas —también hombres— que luchaban a su lado en esos campos de batalla homéricos.
Durante varios años el boxeo en Argentina fue tomado por las mujeres. La Tigresa Acuña, Carolina Duer, Yessica Bopp. Fueron ellas las que agarraron la antorcha dejada por los grandes boxeadores de los setenta y quienes sostuvieron la llama del espectáculo en una disciplina, la verdad, muy dura, fría y adictiva, como la cocaína. Lorenzo Beneventano, el entrenador que llevó a Salazar al título del mundo, siempre decía: “El boxeo es como las estrellas, depende de la oscuridad para brillar”. Y también agregaba esta muletilla: “Los golpes no alimentan”. Porque la cantera de los boxeadores es un lugar bastante parecido al infierno, no vienen, como otros deportistas, de las comodidades y el confort de la clase media o la clase media alta. Y aunque sean súper estrellas en algún momento, ganen dinero, tengan miles de autos y salgan con vedettes de turno, el destino de estos atletas suele ser letal: ahí está Alí con su parkinson que no lo deja tranquilo, o Galíndez pisado por un auto de turismo carretera o Monzón preso por haber cometido un crimen contra su mujer, Alicia Muñiz. Los boxeadores son seres trágicos. En las peleas logran expiar algo de lo duro que fue la vida con ellos. Pero su historia se escribe en el cuerpo, con golpes certeros, demoledores. Y el tiempo, que sabe boxear, no perdona a quienes lo hacen mal.
La pelea de Maravilla Martínez y Chávez junior contradijo a Chico Novarro y ese sábado no fue un sábado más, ni sobre Buenos Aires ni sobre todo el largo del país. Había algo que no se veía desde las peleas de Carlos Monzón. Maravilla Martínez había logrado unir en su persona un sinfín de ingredientes que lo volvieron un héroe de la clase trabajadora. Infancia pobre, amor incondicional por su madre laburadora, gran peleador, de técnica y velocidad notable, y un tipo que estuvo, muchas veces, a punto de perder todo viajando por Europa casi como un indocumentado, haciendo miles de trabajos para poder tener una oportunidad para pelear. Y cuando tuvo esa oportunidad no la dejó escapar. A pesar de todo esto, muchos de los que se sentaron para ver la pelea y provocaron esa fiebre del sábado por la noche, no habían visto muchas peleas del campeón. Pero sabían que había que ver a Maravilla. Eso, como el amor, estaba en el aire. Y también estaba Las Vegas.
Porque la NASA se preocupa por si hay vida en Marte, pero sin duda es más interesante saber qué clase de vida hay en Las Vegas. Esa ciudad en medio del desierto, repleta de autos grandes y blancos, hombres con anillos dorados y mujeres voluptuosas, jardines artificiales y conserjes de hotel por donde uno mire. Que como en las colonias marcianas que imaginó Philip K Dick, usa oxígeno artificial enviado por los conductos de aire de los hoteles casino, para que los jugadores no se duerman y estén atentos, para perder todo. Son muy pocos los que ganan en Las Vegas. Maravilla lo comprobó en el último round. Elvis lo comprobó en esos shows letárgicos y extravagantes, enfundado en su traje de torero blanco, transpirando los tranquilizantes que se había tomado para poder cantar.
Aunque Maravilla se la pasa hablando, da la impresión de que no lo hace de más. Dijo que iba atacar a Chávez y que le iba a dar una paliza y cumplió. Increíble. Sin embargo, en el último y fatídico round que resignificó la pelea por completo, aceptó tener un cruce de golpes con Junior que desde la ortodoxia técnica no era aconsejable. Pero seamos sinceros ¿No estuvimos esperando con temor ese momento de la pelea en que iba a salir un directo de Chávez para sepultar los sueños de nuestro campeón? Maravilla lo hizo. No se conformó con apalear en una muestra de boxeo extraordinaria a su oponente, sino que fue por más, se jugó al excedente y, como los jugadores oxigenados del casino, apostó todo al 12. Cayó. Se le aflojaron las piernas al país boxístico. Y se levantó. Y una vez más contra toda ortodoxia, no fue al clinch, al abrazo salvador, algo que le deberían sugerir gritando desde su rincón, los bares y los hogares insomnes de Argentina, sino que se plantó a pelear cara a cara, golpe por golpe hasta el final.
Maravilla Martínez tiene algo de mujer. No es un macho como Monzón, Galíndez y Bonavena. Como aconseja Moris en la canción Escuchame entre el ruido, parece no negar a la mujer que hay en él. Es metrosexual. Usa anteojos que le dan cierto aire de intelectual y se animó a un ejercicio de stand up en la tele vernácula, provocando en quienes lo vimos la sensación de verguenza ajena que genera Robert De Niro haciendo de un insoportable Rupert Pupkin en El Rey de la Comedia de Scorsese. No importa. Maravilla puede superar todo, ya lo demostró. Incluso uno piensa que hasta podrá superar ser el nuevo ídolo de la Gran Llanura de los Chistes, que lo está esperando con los teendores en la mano.
Cuenta la leyenda que cuando Del Potro volvió al país después de ganar el US Open, la presidenta de todos los argentinos lo quiso saludar. Delpo se negó y le mandaron a la AFIP a Tandil. No pasa nada si te mandan a la AFIP, el problema es si te mandan el autobomba de bomberos que sí aceptó Delpo para recorrer las calles de tu ciudad soportando un baño de amor, alegría y frustraciones de los habitantes de nuestro querido país. De hecho nunca se pudo reponer de eso. Ya lo dijo Jacques Vaché en una carta a André Bretón: nada mata más a un hombre que verse obligado a representar a un país. Mientras tanto, la mamá de nuestro nuevo héroe, Susana Paniagua, nos dejó una frase genial digna de terminar en esos sobrecitos de azúcar: “Cuando se cayó fue como revivir los dolores de parto, cuando triunfó, fue como si volviera a nacer”.
Acá el link: http://bonk.com.ar/tp/daily/1934/mujer-maravilla

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