viernes, 7 de noviembre de 2008


No soy de extrañar algo material. En realidad no tengo apego a las cosas lo cual no significa que no las valoro.
Sin embargo, hace un tiempo atrás, me dí cuenta que hay algo que sí extraño: tocar la guitarra en el baño de las casa de mis viejos. Ese momento era de total expresión, creatividad y potencia. Tenía una acúsitca bárbara. En ningún otro baño logré hacer sonar la guitarra como ahí. Se escuchaban los agudos y los graves bien equilizados. Ojo, me refiero a la guitarra criolla. Vibraba todo. Una belleza absoluta.
El baño es sagrado sin dudas, y además de leer y escribir también se puede hacer música.

El dibujo de la imagén me resultó simpático, pero no tiene nada que ver con ese baño de la casa de mis padres.

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