miércoles, 29 de agosto de 2012

Fútbol para casi todos

Muy buena nota.



Por Martín Kohan

El fútbol no es para todos. Los hinchas de clubes del ascenso tienen, desde hace años, prohibida la concurrencia a los partidos que sus equipos juegan en condición de visitantes. La razón de esa medida es muy simple: los funcionarios estatales empleados para dar protección a esos ciudadanos se declararon incapaces de cumplir su cometido. Lo curioso es que, confesada tal incompetencia, no procedieran a presentar su renuncia; en vez de eso, prohibieron a las personas afectadas que asistieran a ver los partidos. No pudiendo asegurar su integridad, que es la función que tienen, decidieron desalojarlos y suprimirlos. En las categorías superiores, mientras tanto, las barras bravas se mantienen gozando la impunidad y los hechos de violencia se suceden visiblemente.
Los goles, seamos sinceros, no aparecen ni desaparecen. Los goles se ven o no se ven, se gritan o no se gritan. Los del ascenso no se ven. Y si son del equipo visitante, hay que decir que tampoco se gritan. Tristeza da ver al puñado de jugadores que festejan, ensayando los bailoteos y morisquetas de rigor, de cara a una tribuna completamente vacía. Un silencio los abruma: el de los hinchas faltantes. Ese tiempo, el de la fiesta, sucumbe a la melancolía: transcurre bajo un halo de patéticas ausencias.
A nadie escapa que el fútbol es cosa de mayorías: procede por prepotencia numérica, se regula por el poder de los más fuertes, y no demuestra mayor sensibilidad por el tema de las minorías sociales (la homofobia y la xenofobia cunden en las tribunas, y no es extraño que allí se ejerza un racismo socarrón). No obstante el fútbol alberga a sus propias minorías. Son ésas: las de los clubes del ascenso. El afecto que suscitan está menos extendido, pero no es menos intenso, que el de los clubes más poderosos. La violencia que puede aquejarlos no es distinta a la de esos clubes que, mayoritarios, no tienen sin embargo restricciones para acceder a los estadios. La otra noche, según se informó, hicieron una marcha a la AFA para reclamar por esta situación. No eran demasiados, según las escalas usuales. Tal vez no les hagan caso.
Cuando River, que tiene bastantes seguidores, descendió al Nacional B, decidieron cambiar la norma que prohíbe la asistencia de los hinchas visitantes en esa categoría. Como si el destino de las minorías fuese quedar a la espera de que acudan las mayorías a redimirlas, y no a ser contempladas y respetadas de por sí, tratadas en pie de igualdad con los demás.

Link: http://www.perfil.com.ar/ediciones/2012/8/edicion_704/contenidos/noticia_0013.html

La trampa de la reelección eterna

Excelente.



Por Beatriz Sarlo | Para LA NACION

Cuando desnudó su deseo de una "Cristina eterna", la diputada Diana Conti hizo pedazos una máxima política: "Si quieres fundar algo durable, no pienses hacerlo eterno". La Presidenta, en ese momento de 2011, anterior a su segunda candidatura, respondió de manera más coloquial: "No se hagan los rulos". Hoy, los rulos empezaron a adornar la cabeza de muchos.
Carta Abierta dio a conocer su posición , precedida de un debate interesante que puede verse en su canal de YouTube. La reciente Carta XII es extensa, un balance del kirchnerismo, indispensable para llegar armoniosamente a los párrafos finales, donde "la lógica y la epistemología que hagan imposible un retroceso" ponen en el orden del día la reforma de la Constitución.
Más sofisticados que Diana Conti, los intelectuales de Carta Abierta enmarcan sus deseos: "Rediseñar las magnas normas para que coincidan con los procesos de transformación que suceden en varios países de la región, viabilizando, en algunas de esas experiencias populares, la eventual continuidad democrática de liderazgos cuando éstos aparecen como condición de esta inédita etapa regional". Traducido a prosa vulgar: asegurar a quien sea presidente la posibilidad de seguir siéndolo. A esto renunció Lula. Le faltó una Carta Abierta que sostuviera su "continuidad". Pero Dios es brasileño, y a ese país no le faltó una candidata como Dilma Rousseff.
Julio Pereyra, intendente de Florencio Varela, le puso una teoría más sencilla al movimiento Cristina-para-Siempre: "Un país es verdaderamente justo cuando cada ciudadano puede votar a quien desea, cuantas veces quiera", dijo. Y continuó: "Cristina dejará de ser nuestra líder cuando el pueblo lo decida, y no cuando la Constitución lo determine". La Constitución no le fija plazos a los liderazgos. Por lo tanto debe entenderse que Pereyra se refería a la presidencia de la nación. Quiso decir: Cristina será presidenta hasta que el pueblo quiera, no hasta lo que indica la Constitución. El esfuerzo teórico y epistemológico de Carta Abierta y la declaración de Pereyra van contra los enemigos de las Grandes Transformaciones, que interponen sus leguleyas argucias formales entre el pueblo y el ejercicio de su soberanía.
La Constitución, al negarle a Cristina Kirchner un nuevo mandato, se convierte en cárcel de los deseos soberanos del pueblo. El espíritu popular termina esclavizado por las formas muertas de la institución. La fuerza innovadora y vital quedaría así subordinada a una convención formal.
La soberanía del pueblo está, como lo afirmó Rousseau, por encima de cualquier contrato: "No hay ni puede haber ninguna ley fundamental obligatoria para el cuerpo del pueblo, ni aun el mismo contrato social". Los de Carta Abierta son doctos, pero es una novedad que Julio Pereyra esté leyendo a Rousseau. Cuando escuché su frase, tuve la alegría de comprobar que no sólo el decálogo populista del siglo XX ha fecundado el pensamiento de los intendentes bonaerenses, sino también los clásicos de la filosofía política. Pereyra, de manera más sencilla, pero no menos filosófica que Carta Abierta, señala el camino.
Cuando Cristina Kirchner y otros que hoy quieren cambiar la Constitución fueron constituyentes en 1994, ni ella era presidenta ni los otros se sentían tan parte del gobierno (apenas si eran menemistas de primera o segunda línea). No sucedió hace medio siglo, ni durante un régimen tiránico. Pero las cosas cambiaron y también la soberanía del pueblo cambia a un ritmo infernal. Nadie mejor que la Presidenta para leer los cifrados mensajes de ese Pueblo. Por eso es Líder. Los malintencionados pueden recordar, justo en este momento, otra frase de Rousseau que advierte sobre los males que se aproximan cuando se concentran en los mismos hombres (y mujeres; digamos, en los mismos seres humanos) la autoridad legislativa y el poder soberano.
Son todas antigüedades del siglo XVIII. La Argentina peronista y la Argentina antiperonista nunca las respetaron mucho. Por otra parte, es una exageración decir que Cristina Kirchner concentra la autoridad legislativa y el poder soberano. Apenas si imparte órdenes que son obedecidas, pero ella no se sienta en el Congreso ni tiene su despacho allí.
En fin, acabemos con estos dilemas. No estamos instalados en los melancólicos anillos de Saturno, sino acá en la Tierra. Hablemos en términos concretos. Néstor Kirchner había diseñado una rueda de la fortuna sencilla y perfecta que transportaba a ambos cónyuges, quienes intercambiaban lugares en ese círculo potencialmente eterno. La muerte de Kirchner fue un duro percance de esa eternidad. Sin Néstor, el círculo se convirtió en una recta cuyo punto de llegada es 2015.
Si Cristina es la única que puede garantizar la continuidad del proyecto, queda abierto un interrogante: o se deja caer el proyecto en una decadencia final, que sólo regocija a los enemigos de la patria, o hay que quitar los obstáculos legales que impiden que el proyecto siga bajo su dirección única. El pueblo aprueba y necesita el proyecto. A su vez, Cristina es la única que puede dirigirlo. Si se respetara la letra de la Constitución, el pueblo quedaría debilitado, despojado de su soberanía mediante el ardid de un formalismo abstracto.
Los que se oponen a una reforma de la Constitución se oponen a la voluntad general, que se medirá según los porcentajes de las elecciones de 2013. En Santa Cruz, Kirchner obtuvo la reelección indefinida mediante el sencillo trámite de una consulta popular, que ganó con el 57% de los votos, y una veloz asamblea constituyente, de la que se retiró la oposición, pero que debe haber tenido un trámite interesantísimo ya que participó de ella Cristina Kirchner (también estuvieron Héctor Icazuriaga y Carlos Zannini). Lo que pudo lograr un gobernador de provincia, ¿por qué le está negado a la Presidenta?
Hay otra línea de razonamiento para buscar el triple mandato (o el mandato infinito). Esa línea es menos filosófica y encara pormenores más concretos. Cristina no tiene sucesión porque su cuñada Alicia no mide en las encuestas, su jefe de Gabinete Abal Medina tampoco, y los esfuerzos por dar vibración al nombre de Máximo todavía le suenan inverosímiles incluso a los miembros de la familia. Boudou, que estaba en carrera, se lesionó al tropezar con los cordones mal atados de sus propias zapatillas. La Presidenta no es culpable de que ni su cuñada ni su hijo sean las figuras adecuadas; tampoco tiene una responsabilidad sobre el escaso atractivo de Abal Medina.
Pero es la única responsable de que Boudou sea vicepresidente. Ella hizo esa jugada temeraria. Si en lugar de Boudou hubiera elegido a alguno de sus representantes distinguidos en el Congreso, no tendría tan cerca a un hombre de conductas inciertas, en el mejor de los casos un sospechoso. Fue la Presidenta la que habilitó a Mariotto para que avanzara sobre Scioli, y en esa misma jugada perdió otro hombre, cuyo máximo pecado no es ser de derecha sino tener una popularidad relativamente independiente del carisma que desciende desde la Casa de Gobierno. De todos modos, muchos vetaban a Scioli desde mucho antes.
La Presidenta es la responsable del peligro que sus seguidores anuncian si ella no puede ser reelecta en 2015. La noche en Olivos en que Cristina "destapó" a Boudou, mientras se abría una puerta por la que entraba un viento del Sur y en sus ráfagas traía la presencia inmaterial del mismo Néstor, esa noche de soberbio solipsismo cristinista, se fabricó el escenario sobre el que hoy estamos bailando. Con otro vicepresidente, elegido con más inteligencia y menos aislamiento personalista, Cristina Kirchner podría despreocuparse un poco de la sucesión. Salvo que la sola idea de ser sucedida por alguien le resulte intolerable. Salvo que los mariscales de La Cámpora piensen que lo único que les garantiza el empleo es la continuidad de esta presidenta.
En las reuniones donde Carta Abierta discutió el borrador de la número XII, María Pía López, miembro distinguido del nucleamiento, dijo: "Yo creo que la reforma es urgente fundamentalmente, hay que ser muy explícito, porque está en juego la continuidad de este gobierno y porque el kirchnerismo no tiene otro candidato que Cristina Fernández de Kirchner. Porque este proyecto político no puede ser continuado por personas como Scioli y porque hasta el momento no ha surgido un candidato alternativo. Podemos discutir todo lo que queramos acerca de la necesidad de las reformas legales, las transformaciones sociales, etc., pero creo que hay que ser muy explícito en la necesaria defensa de la cláusula reeleccionista. No hay otro candidato, por lo menos en este momento, dentro del movimiento político que acompañamos".
Creo que toda ley puede ser cambiada, reformada o derogada . Como Carta Abierta, creo que es necesario abrir el debate sobre nuevos derechos y perfeccionar las formas de representación. Sostener lo contrario implica una perspectiva estática y conservadora. Pero, ¿es progresista la reelección ilimitada? Finalmente, para disipar desconfianzas, ¿por qué a la reforma de la Constitución no se le pone una fecha que haga imposible sospechar que las buenas intenciones son el envoltorio estético de la reelección de Cristina Kirchner?

viernes, 17 de agosto de 2012

El desánimo que inquieta al Gobierno

Por Alberto Fernández  | Para LA NACION


En la Justicia se investiga el vínculo que une a Amado Boudou con los adquirentes de la única empresa que en la Argentina es capaz de imprimir moneda de curso legal. Aparentemente, las pruebas acumuladas parecen corroborar esa relación y la misma actitud del vicepresidente, que siendo ministro de Economía recomendó a la AFIP favorecer a esa imprenta con un plan de excepción para que pudiera saldar la deuda que registraba con el fisco, parece querer cerrar el círculo de la sospecha.
El avance de la pesquisa deparó hasta aquí insólitos resultados. El fiscal que investigaba fue desplazado, el juez que intervenía recusado y el procurador general debió renunciar cuando el mismísimo Boudou cargó sobre él una serie de inconductas que jamás ocurrieron, según podemos saber hoy.
Los legisladores oficialistas han acompañado pasivamente la protección desplegada para encubrir al vicepresidente
Todas las explicaciones brindadas por el sospechado fueron contradichas. Nadie ha podido ver en sus descargos más que palabras destempladas propias de quien, sabiéndose desenmascarado, carga contra el mundo.
La Presidencia avaló una y otra vez el proceder de su vicepresidente, tal vez para no admitir el error que significó elegirlo para ocupar semejante cargo. En esa tesitura, hasta intervino la imprenta y propició su estatización.
Los legisladores oficialistas han acompañado pasivamente la protección desplegada para encubrir al vicepresidente. Lo mismo han hecho ante la propuesta estatizadora de la imprenta, tal como suelen hacer ante cada iniciativa presidencial. Como ya es habitual, sin reflexionar sobre nada de lo que se propicia, se han limitado a obedecer un mandato que, cuanto menos, mereció ser revisado.
El cuadro parece perfeccionarse con un dato que, si no fuera por lo trágico, bien podría sonar risueño: la sesión del Senado que trató la estatización de la imprenta cuestionada fue presidida por el mismo sospechado de haber participado en la maniobra.
Es penoso observar que desde la cúpula se articulan las acciones que buscan favorecer la impunidad
No es casual que se haya reparado en el hecho que involucra al vicepresidente para intentar explicar el desánimo que atraviesa a parte de nuestra sociedad. Es muy negativo descubrir que en la cúspide del poder se procede de ese modo y mucho más penoso observar que desde esa misma cúpula se articulan las acciones que buscan favorecer la impunidad.
Siempre la impunidad produce desazón. La misma desazón que genera ver salir de la cárcel para su solaz al "pibito" (así lo trata la Presidenta) que diez días antes había sido condenado por haber matado a la madre de sus hijos quemándola viva. La misma desesperanza que provoca escuchar el elogio a los "barrabravas" que en sus disputas se llevaron la vida de tantos argentinos. El mismo resquemor que se siente cuando de la boca presidencial emanan "escraches" a personas que sólo expresan su disidencia. El mismo desaliento que causa advertir que desde el mismo gobierno que niega la inflación, se afirma que en nuestro país una persona puede vivir gastando tan sólo seis pesos diarios. La misma impotencia que provoca ver la indiferencia gubernamental ante un prolongadísimo paro de subtes que privó de transporte a cientos de miles de personas que a diario se movilizan sólo para trabajar. El mismo malestar que asoma cuando se desfinancia un banco público con el sólo propósito de dañarlo.
Nada desanima más a un pueblo que descubrir que el poder se ha encerrado en sus lógicas tratando de hacer prevalecer un relato que poco o nada se concilia con la realidad. Por virulentos que sean los discursos que se emiten o grandilocuentes los actos que se organicen, gran parte de la conducta del Gobierno parece confirmar la vigencia de la peor Argentina y no de la que se afirma estar construyendo.
La Presidenta debería saber que un número importante de argentinos está decepcionado por el presente y tal vez alguien debería advertirle que un número también importante de sus propios votantes ven preocupados la distancia que separa a sus análisis verbales del devenir cotidiano.
Nada desanima más a un pueblo que descubrir que el poder se ha encerrado en sus lógicas tratando de hacer prevalecer un relato que poco o nada se concilia con la realidad
A diferencia de lo que la Presidenta dice, la cadena del desaliento no tiene su génesis en las páginas de los diarios en las que, en el peor de los casos, se reflejan y potencian los dislates de su política. La cadena del desaliento no se construye con noticias. Se construye, precisamente, con los muchos traspiés gubernamentales. La protección de los sospechados y en la impunidad de los poderosos; el falaz respeto a las libertades individuales mientras se sanciona una norma que las castra tras el falso propósito de reprimir al terrorismo. La exaltación de los que alejan del fútbol a los argentinos; el creciente déficit de las cuentas públicas y en la negación de una inflación que impiadosa carcome la capacidad de consumo de los que viven de un salario; la desaprensión con que se enfrenta la inseguridad ciudadana; el cinismo de desatender conflictos gremiales para profundizarlos en perjuicio de un gobierno local y la perversión de desfinanciar al banco público de una ciudad que le resulta políticamente adversa, son meros eslabones de esa cadena que quita el sueño a la Presidenta. No son noticias. Son decisiones de su gobierno
Si la política es el arte de administrar la realidad, es imposible ejercerla ignorándola, tergiversándola o negándola
Es verdad que la desazón ciudadana mina la confianza en los que gobiernan. Tan cierto como que quien gobierna mina su suerte si confunde la misma realidad sobre la que debe operar. La gente deja de creer en los gobiernos cuando advierte que quien está llamado a atender sus inquietudes y resolver sus problemas se muestra ajeno y distante de cualquiera de ellos.
Pretender construir otra realidad con palabras profusamente difundidas a través de cadenas oficiales, no basta para minimizar u ocultar los desaciertos. Porque, al fin y al cabo, si la política es el arte de administrar la realidad, es imposible ejercerla ignorándola, tergiversándola o, lo que es peor aún, negándola. Cuando eso sucede, el desánimo se propaga. Y es ese desánimo el que parece que inquieta a quienes gobiernan.
El desánimo desaparece en el mismo instante en que el ciudadano advierte que quienes gobiernan corrigen sus errores y asumen los problemas para superarlos. Sin duda que el Gobierno puede hacerlo modificando la idea de que la causa del desasosiego está en el papel de los diarios, en el éter de la radio o en las pantallas televisivas, y admitiendo que, contrariamente a lo que piensa, el desasosiego crece allí donde la gente encuentra escollos para lograr una vida mejor y nadie se ocupa de eliminarlos.
Si el Gobierno no lo hace, seremos otros lo que lo intentaremos. Pues al fin y al cabo, no es difícil hacerlo. Se trata simplemente de entender que, como se ha dicho, la política es el arte de administrar la realidad. No la de negarla.

Link: http://www.lanacion.com.ar/1499832-el-desanimo-que-inquieta-al-gobierno

Libros sin fronteras - Por Tomas Abraham

Libros sin fronteras (Disertación de apertura Feria del Libro Pcia Corrientes)



La importancia de ser lector
Pertenezco a una generación para la que la lectura era un símbolo de prestigio cultural y de respeto individual. Recordemos que el presidente Arturo Frondizi se jactaba de leer un libro día por medio, y que sus hermanos tenían la talla intelectual de Silvio Frondizi y del académico Risieri Frondizi.
Quien leía trasmitía sin duda un tipo autoridad basada en alguna leyenda indescifrable, parecía el guardían de un arcano secreto que imponía silencio a su alrededor y lograba el reconocimiento de haber ascendido a un sitio envidiable por lo codiciado.
Se decía que una persona era leída – un modo pasivo de definir a quien se presentaba como depositario de un recurso importante – y cuando se elogiaba a un joven se comentaba que leía. Tener un libro en la mano más aún cuando esa mano era la de una persona joven no dejaba de ser una señal de un ser especial. Hasta tal punto que en épocas de dictadura como por ejemplo aquella tan preocupada por los efectos perniciosos que la cultura podía tener en la sociedad como fue la del General  Onganía, leer, tener barba y estudiar filosofía, eran certificados de peligrosidad y de sospecha permanente.
Por supuesto que no todo el mundo pretendía entrar a una librería o a una biblioteca  cuando la vida o el ocio así se lo permitían, no era un horizonte de atracción masiva, pero sí una meta y un ambición elitista y selectiva que ponderaba algunas virtudes, se hacía eco de determinadas necesidades y soñaba con supuestas glorias.
La virtud consistía en tener acceso al conocimiento, y el conocimiento era un valor destacable. Quien más sabía, más podía y más era. Saber, poder, y ser. Por otra parte, la necesidad se fundamentaba en la constatación de que las autoridades legítimas nos mentían y que trataban de domesticarnos. Los padres, los pastores religiosos, los profesores, los militares, los abogados, los médicos, la policía, los representantes de la investidura que componía el entramado reticular de los discursos del poder, engañaba, y la salida liberadora consistía en la apropiación del saber para demistificar esas palabras astutas, en apariencia terminantes, que nos dejaba, a nosotros, a aquellos jóvenes, sin palabras.
Por último, la gloria soñada era inocente, ingenua, aunque pudo con el paso del tiempo convertirse en un elemento delicado por su grado de inflamabilidad, porque de ser un faro que guía a una humanidad de naúfragos de acuerdo a la idea de Genio que legó el romanticismo, el hombre de las letras se hace depositario de una verdad por la que exige entregar la vida, no sólo la suya sino la de todos, adeptos y disidentes.
Cuando hablamos de Modernidad y cuando pronunciamos la palabra  Ilustración no hacemos más que referirnos a este compuesto de ideales que luchó por hacerse un lugar en un cosmos ordenado en base a una jerarquía trascendente, invisible, y sólo ella verdadera, representada por castas que aunaban el símbolo mítico-religioso y el poder militar. Este orden indestructible por dos milenios, desde la cultura antigua hasta las habilidades de la escolástica medieval, se fisurará en tres pedazos que provocan la gran dispersión que sella el final de los tiempos eternos de aquel Dios.
Cristóbal Colón y los grandes navegantes, Lutero y las sectas puritanas,  Galileo Galilei  con el ingreso del nuevo ojo mecánico que acerca a los sentidos lo que antes era sólo imaginable, producen esa grieta llamada modernidad cuyas sucesivas transformaciones no dejarán por eso de evocar ese primer gesto que modifica de raíz la concepción del tiempo y del espacio que se tenía de lo que se conocía por civilización.
El mundo ensanchado y vuelto sobre sí, el Cristo dividido y la Luna auscultada, hacen mella en el Uno de la Verdad, y la multiplicidad infinita no tendrá otro cancerbero que la aventura del conocimiento.
Conocemos la leyenda del Fausto que desde Christopher Marlowe a Goethe nos habla de la insaciabilidad de quien aspira al saber y de quien no quiere morir, ambos conjugados en el amor absoluto por la mujer ideal.
Fue fundacional de una civilización el mito de Prometeo que cuenta la historia de la humanidad como resultado del acto de un traidor a la causa divina que roba el fuego y se lo da a esa especie de seres inferiores llamados hombres para que cuezan el barro, cocinen la carne animal, y templen el metal.
Estos dos personajes de la literatura de todos los tiempos, nos dicen que quien aspira al conocimiento es un transgresor. Los mitos mesopotámicos lo ilustran. Quien quiere saber peca de soberbia, se iguala a los dioses, y sucumbe por su desmesura. La tragedia griega lo narra en Edipo como en Antígona.
Para saber es necesario tener coraje, no es un gesto gratuito ni una iniciativa ligera de tomar. Sócrates pertenecía a un mundo – el primero en la historia de la humanidad – en el que los hombres de una sociedad que se autodefinía como “política”, se arroga el derecho de darse a sí misma sus propias leyes. Fue la primera separación entre el cielo y la tierra, entre el eje vertical de los sistemas palatinos y la circularidad de la palabra pública ejercida en las asambleas.
Emmanuel Kant en su texto “¿Qué es la Ilustración?” anuncia a fines del siglo XVIII, hace poco más de doscientos años, que ha llegado la época en que la humanidad debe tener el coraje de saber, y que para tenerlo es necesario que se despoje de las tutelas en las que depositaba esa tarea.
El filósofo alemán afirma que la madurez es una actitud que se consigue por un gesto liberador de la custodia de los que se dicen autorizados por el saber: médicos, pastores, hasta llegar a mencionar a los libros como almohadones para el reposo de quien pide que otros piensen por él. Pero no se trata de despreciar el conocimiento sino de usarlo luego de un trabajo personal, de un desafío a las certezas inducidas y a las verdades sagradas que imponen la obediencia debida y la lealtad a los mandamaces encumbrados en el poder.
La gramática cuestionada
¿Se acuerdan de la palabra `autodidacta´? Educarse a sí mismo. Este propósito no implica desprecio alguno hacia los maestros – todo lo contrario – sino el hecho de que el estudio es un trabajo personal ineludible bajo la conducción sutil de un maestro.
Lo que el docente trasmite no es tanto un cúmulo de conocimientos clasificados y una nomenclatura de sostén para expresarse con propiedad, sino su modo de aprender que incluye sus equivocaciones. La enseñanza es el puente que se construye entre aprendices y estudiosos de generaciones sucesivas en el que se instruye a aceptar el error de quien ensaya y experimenta incansablemente.
Hoy se dice que la era de la gramática ha fenecido. Se sostiene que los modos de acceso al conocimiento ya no necesitan del lenguaje verbal ni de sus expresiones escritas. Nos anuncian un cambio civilizatorio. Bienvenido sea, si tal presagio tiene contenido. El temor al cambio y la conservación de lo adquirido no siempre resguardan valores imperecederos. Todas las culturas tienen fecha de vencimiento.
Filósofos de hoy, uno de los más interesantes, Peter Sloterdijk, dice que el humanismo de las letras ya no es el ideal comunicacional de nuestros días. Nos pide que dejemos de lamentarnos por esa pérdida. Escribir, o leer, no son actos naturales. No por eso llama al analfabetismo sino a una nueva concepción del saber con sus novedosas herramientas.
Lo que el filósofo alemán parece evocar es una nueva revolución galileana como aquella que descabezó las artes liberales de su trono humanista mediante la sustitución de la retórica, la gramática y la lógica de su sitial escolástico por la nueva verdad de la ciencia físico-matemática inscrita en las leyes naturales.
La novedad del día ya no reside en la conformación de un mundo estructurado según el paradigma clásico del siglo XVII, la mathesis universalis, es decir una clasificación del orden de los seres desde lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande de acuerdo a sus diferencias y semejanzas, esa idea de que el todo podía ser visible y calculable para la mente humana con el fin de la transformación de la naturaleza para la felicidad en esta tierra, sino en la revolución de las ciencias biológicas que ya no hablan del mundo sino de la vida.
Para Sloterdijk hay un nuevo lenguaje que se inaugura a contracorriente del humanismo de las letras y de las artes y que dará cuenta de lo que llama Parque Humano.
De todos modos no nos hagamos tantas ilusiones, o, mejor dicho, podemos hacérnoslas por algún tiempo más. Mientras la ética, la política, la economía, no sean calculables y los intentos por elevar su perfil epistemológico para hacerlas disciplinas “duras” padezcan un fracaso tras otro – sabemos lo que valen las predicciones y los predicadores en nuestro mundo en crisis – el discurso verbal o escrito de acuerdo a la arcaica sintaxis seguirán siendo vigentes, y los “relatos” necesarios, al menos para engañar a la gente.
Recordemos que para los fundadores de la filosofía, como Platón, la escritura desnaturalizaba el conocimiento. Poner a disposición de cualquiera un saber delicado, conocimientos que requieren de parte del receptor virtudes comprobadas, se vuelve una apuesta arriesgada si el texto circula en el espacio público en manos anónimas para fines desconocidos.
Platón era muy cauto en cuestiones de democracia. Pero una vez que el mundo de la antigüedad se abre y deja de ser aquella polis griega en donde los asuntos políticos se dirimían de un modo directo en el ágora y en las asambleas, una vez que la figura del sabio pierde lo que Nietzsche llamaba su majestad sacerdotal que hacía de la Voz la emisión oracular de una verdad sólo mostrada de sesgo por el temor que producía, una vez que la ciudad griega se hace metrópolis y los espacios de confluencia se diagraman de acuerdo a dimensiones imperiales, puntos alejados, sin contacto directo, entonces el texto se hace epístola, carta para aproximar a los lejanos, preceptivas para acercar a maestros y discípulos. El escrito es un envío de amistad, una señal de aproximación, un llamado a la escucha que se hace lectura.
Leer, entonces,  es recibir un  mensaje de un amigo. Esta concepción del texto es una remisión muy antigua sobre el escenario en el que nace la filosofía, palabra que en su composición reúne el saber con la amistad, el amor con el maestro.
Leer no es lo mismo que estudiar
Pero no se trata sólo de una forma de la afección. Un texto no es un abrazo. Tampoco es una forma de estar conectado. Un texto se compone. Es lo primero que me enseñaron en la facultad cuando ingresé creyendo que un  libro era una caja que al abrirla contenía un mensaje como si fuera una mariposa que se libera con la lectura.
Leer no es lo mismo que estudiar. Estudiar es leer de otro modo. Tiene etapas. Se estudia – me refiero al campo de las humanidades, aquel en el que el alfabeto aún tiene sus prerrogativas al menos hasta que la ingeniería genética, la farmacología y la biología avanzada no se apliquen al comportamiento y constituyan la primera ciencia social digna de ese nombre – con un lápiz, se escribe el texto que leemos, anotamos en los márgenes, subrayamos, destacamos las principales líneas de fuerza y las apartamos en hojas o fichas de lectura, organizamos los temas, prestamos atención a las fuentes bibliográficas del autor y a quienes señala como sus maestros, ponemos en una balanza sus preferencias como sus rechazos, sus remisiones a determinadas tradiciones, en qué y en quien se legitima, contra quién piensa y escribe.
En una palabra: conversamos con el autor. La palabra conversación es parte de la historia que relata las vicisitudes del arte interpretativo, que se conoce como hermenéutica, lo que no significa deponer arma alguna ni una permisibilidad blanda, ni la tolerancia como aceptación de la alteridad o del diferente.
Este modo de interacción necesita de la libertad del lector que una vez respetada la distancia que todo texto impone para poder leerlo, distancia que mitiga el apuro por  volcar sobre él nuestras ansiedades, no usarlo de espejo de nuestros deseos, evitar reducirlo para conformar nuestras certezas por no decir nuestros prejuicios, una vez hecho el trabajo de lectura, discutimos el texto, nos involucramos en él, vemos despertar en nuestra mente imágenes de pensamiento que nos descubren mundos nuevos, hacemos de la lectura y de nuestro vínculo con el autor, un desafío, un hilo cinchado por tensores.
Palabras conocidas de la tradición como debate, disputa, polémica, controversia, diálogo, son manifestaciones variadas del ejercicio de la lectura.
Por eso la lectura requiere humildad, lo que no quiere decir modestia ni falta de atrevimiento, sino perseverancia, constancia, el día a día del trabajo que se mejora a sí mismo por su dedicación activa.
Leer es una tecnología muy antigua, poco tiene que ver con lo que se dice y festeja con las nuevas tecnologías. Hay quienes tienen una concepción algo frívola de las  nuevas tecnologías. Creen que lo principal es estar conectados, como si fuéramos aparatos domésticos que funcionan a corriente continua. La lectura es una labor solitaria. Se practica en el silencio. Requiere concentración. Estamos solos pero en nada aislados. Nos habla otro. Muchas veces nos habla un grande, un hombre superior, pero no en el sentido de que es un santo, ni un héroe, ni un hombre de algún poder, sino un ser de extrema sensibilidad que nos permite despegar nuestras propias ideas, construirlas, percibir el mundo con otros ojos.
Leer es una actividad antihipnótica sin conectividad. No se necesita del libro para llevarla a cabo, las pantallas también lo hacen, pero el libro nos ofrece la sensualidad del tacto, la rugosidad de la materia, el sabor terrestre de la manualidad, y la compañía mágica de un silencio sólido que no calla.
El tiempo de la lectura es un tiempo lento. La lectura en diagonal es para constipados que sólo quieren descargar cuantos antes su necia voluntad de creer que hay un final, o para incontinentes que no logran disfrutar la pausa que impone el placer del texto. No se hojea ni se solapean las páginas, salvo que se usen los libros para tareas de promoción personal y prestigios de sobremesa. Por eso hay que desconfiar de la mediocridad oculta en todo tipo de facilismos que nos hablan de la importancia de la creatividad, de la belleza de la espontaneidad, de la autenticidad del sentimiento, de las intensidades emotivas, y de otras formas de la pereza. Pensar es un trabajo, y es tan necesario como respirar y  para no ser un muerto viviente, como parece desearlo nuestro ministro de educación nacional.
Cuando un responsable de la educación quiere ser partícipe del jolgorio de ocupaciones de colegios y del reclamo de derechos que identifica con supuestos compromisos sociales, lo que en verdad programa es una juventud entregada  e ignorante.
Estudiar es un trabajo, quizás uno de los más maravillosos que se hayan inventado. Tiene que ver con uno de los rasgos que hacen de la especie humana un fenómeno vital interesante: la curiosidad.
Estudiar es una responsabilidad, porque insume recursos de alto costo social que se pagan con el esfuerzo colectivo. El estudiante hace uso de los mismos de un modo gratuito en la escuela pública. Por lo tanto su deber es principal respecto de un derecho que ya ejerce.
Estudiar es un placer. Hoy en día la tecnología le abre a la adolescencia el universo del conocimiento de un modo tal que puede multiplicar sus energías en el aprendizaje de los misterios de la vida y de las complejidades del mundo como mi generación jamás pudo haberlo sospechado.
Imaginemos clases de historia, geografía, biología o física con el arsenal digital y la enciclopedia audiovisual que ofrece la web. Sin embargo, mientras el ministro de educación hace demagogia impune, la deserción escolar en la escuela media llega en nuestro país al cuarenta por ciento. Es una garantía para la pobreza, el atraso, y el abandono de futuras generaciones.
Debemos reinstalar la idea de que estudiar es un oficio. El sociólogo norteamericano  Richard Sennett ha dedicado sus últimos libros ha comprender la idea que subyace en la labor artesanal. La antigua idea de “oficio” por la cual hacer las cosas bien nos hace bien, nos permite respetarnos a nosotros mismos. La idea de oficio bien hecho vinculada a la  de respeto por uno mismo, es la nueva y vieja pedagogía.
Leer sin anteojeras
Decir sin fronteras no quiere decir sin idiomas, sin estilos, sin tradiciones, sino sin anteojeras. Hoy la palabra militancia es la justificación de una actitud fanática, y de una combinación letal para la inteligencia: soberbia con estupidez.
La ideología – si se quiere conservar esa idea de ser depositario de un sistema de representaciones al que se adhiere –  se basa en convicciones mínimas que por lo general no se difunden por altavoz. Tiene que ver con los valores y se muestran en los actos.
Se ha difundido la idea de que todo el mundo aplica su ideología a lo que fuere, que todo es política, que la información y el periodismo son formas de la propaganda, que es lícito mentir si sirve a la causa, que todo vale por el modelo, y una estética de saldo en la adopción de la lamentable pose sobradora que siempre nos ha caracterizado, hoy nuevamente de moda, ante el aplauso de grupos cortesanos.
Se nos educa en el fascismo, que no es un régimen político, sino una cultura política.
Querer colaborar con la transformación del país para que no haya bolsones de miseria y un infradesarrollo humano en salud, educación y vivienda, lograr la plena expansión de las fuerzas productivas mediante la creación de tecnología que permita al país competir en el mercado mundial y ofrecer fuentes de trabajo bien remuneradas, hacerlo sin provocar conflictos internos paralizantes, guerras internas sangrantes, ciclos de avance y retroceso que desgastan a las generaciones y desaniman a las mayorías, construir un país en el que la distribución del poder por vías institucionales no permitan que aspirantes a la tiranía se eternicen en el ejecutivo con manejo de dineros e intimidación propios de sistemas policiales, hacer todo eso requiere de una población con ganas de estudiar, de trabajar, de formarse, de leer.
No hemos construido un sistema político en veintiocho años de democracia, es nuestra principal falencia, es lo que permite nuevas aventuras populistas y mecanismos que desde el Estado coartan libertades. El populismo se define por la acumulación de riquezas para quienes manejan el Estado, la impunidad para estos manejos por la corrupción del poder judicial, la compra de voluntades o la extorsión de las personas, y una masa de pobres asistidos y trabajadores precarizados, que sólo tienen por horizonte la perpetuación del asistencialismo que aseguran de un modo plebiscitario el poder de los jerarcas.
Sin embargo, construir una democracia política no es tarea sencilla en un país en el que el poder concentrado de la riqueza ejerce su peso político en la toma de decisiones gubernamentales.
El argumento a favor del populismo sostiene que en un país que tiene poderes corporativos fuertes y un Estado débil, un gobierno para sobrevivir no puede hacer otra cosa que acumular riquezas, lo que llamamos Caja, y asociarse con sectores del capitalismo vernáculo.
Cuando esta necesidad no pudo colmarse, los gobiernos cayeron o fueron expulsados, cuando el abastecimiento en divisas fue una realidad, como en la década del noventa con lo obtenido por las privatizaciones y las remesas de la deuda externa, o en la actualidad, con el superávit comercial por la explosión de los precios de las materias primas, los gobiernos ejercen hegemonía política.
Por un lado, entonces, riesgo de ingobernabilidad, por el otro opresión despótica. Este es uno de nuestros dilemas más urgentes que nos compelen a pensar una salida emancipadora y constructiva.
Y de pensar se trata para que la acción no se sostenga en sueños de salvación con las correspondientes pesadillas.  Pensar es multiplicar, buscar obstáculos, no huir de los dilemas, tener el coraje de decidir. Cuando así se lo hace, cuando se piensa con libertad, las fronteras, las aduanas, los inspectores, todo eso se evapora, como sucede con todo lo que se disuelve en el aire cuando un libro nos conquista.

Link: http://tomabra.wordpress.com/2012/08/16/libros-sin-fronteras-disertacion-de-apertura-feria-del-libro-pcia-corrientes/

jueves, 16 de agosto de 2012

Un matrimonio entre la filosofía y la pantalla chica

Mentira la verdad: Filosofía a martillazos, un ciclo que cuestiona verdades eternas
Por Ricardo Marín  | LA NACION


"No pretendemos que nadie se siente a ver el programa con un cuadernito para tomar apuntes como si fuera una clase. La transferencia docente sigue siendo algo único que, si se da, se da en el aula. Lo que buscamos con Mentira la verdad: Filosofía a martillazos es hacer una suerte de intervenciones filosóficas. Generar una disrrupción en una situación cotidiana, un desacomodamiento. Después, si querés ahondar en nuevas perspectivas desde la filosofía para analizar los temas que se tratan en cada capítulo como la amistad, el amor, el poder, o el que sea, tenés que leer o hacer un curso de filosofía. El ciclo es claramente un disparador", aclara Darío Sztanjszrajber, filósofo y conductor de este ciclo que, a partir de esta noche, estrenará su segunda temporada, todos los jueves, a las 20, por Encuentro.
"Conseguir ese desacomodamiento primario en el aula es difícil, porque los alumnos vienen con la idea de que todo lo del colegio es aburrido y no tiene que ver con ellos. Pero si le mostrás que a partir de una fiesta de cumpleaños se puede pensar la amistad y ver que no siempre la idea que se tiene de ella responde a lo que uno creía que respondía, entonces se empieza a replantear el vínculo y la cabeza empieza a trabajar", agrega Darío, que permite la licencia de que se lo llame por el nombre, por prácticas y entendibles razones.
El programa tuvo su origen a partir de la necesidad de Encuentro de ofrecer un ciclo de filosofía dedicado a los jóvenes. "Algunos productores del canal cursaron conmigo en un posgrado que se dicta en Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales). Ahí surgió la propuesta de pensar un ciclo como éste. Luego se abrió una licitación en la que la propuesta de la productora Mulata Films, con el formato que tiene Mentira la verdad ... era la que mejor interpretaba lo que queríamos hacer", cuenta quien conduce el ciclo.
A partir de situaciones de ficción, cada episodio de Mentira la verdad: Filosofía a martillazos va desgranando los diferentes elementos relacionados con un tema y mediante planteos filosóficos cuestiona y pone en duda lo que en general se considera verdad establecida en ese tema.
"Lo que se dio con este programa es un matrimonio entre la filosofía y la televisión, dos conceptos muy amplios. Uno puede hacer una filosofía celebratoria de lo establecido o puede hacer filosofía a martillazos, como la que proponemos en el programa. Uno puede hacer una filosofía que pretenda alcanzar la verdad o puede hacer una filosofía en la que se parte de que no hay una verdad y lo que se busca es deconstruir toda certeza. Con la televisión pasa lo mismo. Se puede hacer una televisión que le dé a la gente lo que la gente quiere consumir o puede hacerse de la televisión una apuesta de transformación de lo real. En el programa convergen dos líneas que transitaban por vías paralelas, pero se pensaban desde la misma lógica. Tanto desde la pata televisiva, que es Mulata Films, como desde la filosófica, que soy yo, tenemos una visión crítica de la realidad y combativa, en el sentido de desacomodamiento de la percepción de esa realidad. Ahí se dio el matrimonio perfecto. Aunque, como es habitual, la convivencia cuesta. A mí siempre me falta tiempo para explicar lo que quiero y, para los productores, hablo demasiado. Desde mi punto de vista, hay desarrollos dramáticos que me parecen largos y para ellos son insuficientes", reflexiona quien aporta los contenidos filosóficos al ciclo.
En cuanto a la presencia, cada vez más abundante en la pantalla chica, de propuestas que se nutren de contenidos académicos, pero los exponen de una manera amena y atractiva, Darío sostiene: "Yo creo que hay una renovación de los formatos de la televisión cultural. Me alineo en esa perspectiva. Canal Encuentro es pionero en esto y la televisión comercial se está abriendo a estos formatos. Hay una renovación importante donde se puede entender que la televisión cultural, sin dejar de ser rigurosa, puede también ser entretenida. Convergen entonces los dos valores: desde lo cultural, el valor de la profundidad crítica, y, desde lo televisivo, el valor del entretenimiento. Y lo que también se ve en estas propuestas es que no hay una traición al saber. Porque lo que siempre se sostenía era que si un filósofo hablaba por televisión, o nadie lo escuchaba por aburrido o no hacía filosofía. Lo que estamos viendo es que se puede encontrar un punto de equilibrio". Y enseguida cuenta: "En algún momento vino el planteo de poner al final de cada episodio algún punto que sirviera de remanso para aliviar el hecho de que hay planteos que no te dejan de dónde agarrarte. No lo hicimos y la gente lo acepta lo más bien".
A la pregunta de si le llegan críticas desde el ambiente académico, Sztanjszrajber contesta: "Si las hay, no me he enterado. Lo que me llegan son cinco o seis mails semanales de docentes que me cuentan que usan el programa en sus clases y me relatan la experiencia de ver lo que genera entre sus alumnos. Esa es la única academia que me interesa".
SEGUNDA TEMPORADA CON CAMBIOS
La segunda temporada de Mentira la verdad: Filosofía a martillazos trae algunas diferencias con respecto de la primera. "Cada programa fue trabajado como un género cinematográfico distinto. Uno está trabajado desde la comedia, otro desde la ciencia ficción o desde el policial negro. Es una manera de mostrar la diversidad estética que tiene que ver con la diversidad filosófica. Por otro lado, las historias dramáticas son más claras, más contundentes que en la primera temporada. Hay una narración que empieza y termina en cada capítulo y todo se relaciona con esa narración. En la primera temporada había más bien un collage de escenas", explica el conductor. En cuanto a los temas, los episodios ponen en duda a la verdad, la comunidad, el poder, el conocimiento, el alma, el tiempo y el bien, entre otros..
PARA AGENDAR
Mentira la verdad: Filosofía a martillazos Divulgación, con Darío Sztanjszrajber. Encuentro. Jueves, a las 20 (repite los sábados, a las 17.30 y los martes, a las 17).

lunes, 13 de agosto de 2012

Adrián Iaies: "La canción es la célula de toda la música popular"

El pianista y compositor presenta “Melancolía”, un nuevo disco con mayoría de baladas donde explora con nitidez un registro austero. Aquí, habla de su versión del “Himno a Sarmiento” y de un vals que dedicó a Beatriz Sarlo.
Por Jorge Fondebrider

Adrián Iaies acaba de editar Melancolía, su último disco como líder y el número 15 de su discografía. Como en otras ocasiones, sorprende por su  inteligencia y buen gusto. Previo a la presentación en vivo, mantuvo el siguiente díalogo con Ñ.

-Este último, ¿es un disco de grupo o es un disco solista?
-En cierta forma es un disco solista porque no estuve demasiado pendiente de qué es lo que el grupo quiere tocar. En otras palabras, es el disco que yo quería hacer. Pero, a la vez, es mi primer disco de cuarteto. Me explico: en algunos temas, acepto delegar algo que nunca delego porque es lo que a mí más me gusta hacer.

-¿A qué se refiere?
-A tocar la melodía. Y es porque en Mariano Loiácono encontré un tipo en el cual confío y que, por lo tanto, es un gran socio: serio, profesional, cuidadoso, con criterio y, sobre todo, muy atento a lo que yo quiero.

-¿Y qué es lo que quiere?
-Aunque eso ya está presente en algunos de mis discos anteriores, cada vez estoy más decidido a que cada nuevo disco hable de una sola cosa, que haya un único clima, una atmósfera homogénea.

-¿Por qué?
-Porque quiero trabajar contra esa idea de que un disco debe empezar por un tema rápido, seguir con una balada, luego un tema en 3 por 4, etcétera.

-Precisamente, este nuevo disco presenta una mayoría de baladas o de temas que decidió tocar como baladas…
-Es que ésa es la idea o, al menos, mi manera de interpretar la melancolía, leit motiv de todo el disco.

-Hay otro dato que en sus últimos tres discos va presentándose con creciente nitidez: toca mucho menos que antes. Dicho de otro modo, es mucho más reflexivo.
-Es así y, de hecho, cuando escucho los temas después de grabados tiendo a pensar que si me hubiese esforzado más, habría podido tocar incluso menos de lo que toqué, ser todavía más austero…

-¿Qué fue lo que lo llevó en esa dirección?
-Yo creo que la edad, el paso del tiempo. Nunca quise ser “el pianista más rápido del Oeste”. Pero si alguna vez se me cruzó la sombra de una preocupación, hace rato que ya no la tengo.

-¿A qué lo atribuye?
-A que identifico eso que antes llamé austeridad con la elegancia. Escucho mucha música por cuestiones profesionales, pero cuando puedo y tengo tiempo, escucho a muchos pianistas. Ayer pudo haber sido Marc Copland, hoy Bill Carrothers y mañana Vijay Iyer. Si bien los disfruto, al final del día vuelvo a los mismos de siempre, que son los que, en mi opinión, hicieron de la elegancia un culto: Hank Jones, Tommy Flanagan, John Lewis, Dave Brubeck… Todos ellos parece que tocaran con traje y se atuvieran exclusivamente al tema. Cuando esos pianistas tremendos proceden de esa manera, uno se pregunta si el solo hace falta o si lo que hay que decir ya está dicho con la propia interpretación del tema.

-Entiendo que hay muchos músicos que, aunque parezca paradójico, no escuchan música.
-Yo sí. Nunca entendí a los que se vanaglorian de no escuchar música desde hace diez años. ¿Cuál es el mérito? Mis viejos no tenían plata, yo no fui a Berklee. Aprendí de los discos. Y eso se nota en lo que toco.

-Aunque no lo nombró, en “Melancolía”, hay tres temas de Billy Strayhorn, que es la elegancia hecha música…
-Y fijate que en ninguno de los tres hay solo de piano. Tampoco en la versión de “Fuimos” ni en el tema que le dedico a Flanagan. Mi idea fue no ser expansivo y, por eso, el cuarteto me permitió fijar claramente esos límites.

-De disco en disco, la noción de estructura es muy clara en su música.
-Es que yo estoy enamorado de la forma canción, que es imbatible. No establezco diferencias entre escuchar un disco de jazz y uno de Sinatra, Joni Mitchell o los Stones. La canción, con o sin letra, es la célula de toda la música popular. Y en el caso específico del jazz, esa forma permite establecer una necesaria complicidad con el que escucha.

-En sus discos siempre hay algo así como una declaración de principios. En éste parece una muy clara la inclusión del “Himno a Sarmiento”. 
-En este hay dos. El “Himno a Sarmiento” y el vals que le dedico a Beatriz Sarlo, a quien, aclaro, no se lo dedico por haber puesto en su lugar a Orlando Barone, sino porque la quiero y porque sé lo que le gusta el jazz. Luego –y sólo luego– porque comulgo con muchas de sus ideas.

-Algo que lo pondría en las antípodas de otro fanático suyo, Horacio Verbitsky...
-…cuyas ideas no comparto, pero a quien me une un gran cariño. Ambos hemos sabido establecer un territorio común por fuera de las ideas políticas. Los gobiernos pasan y ninguno es tan importante como para que, poniéndonos de un lado o de otro, no podamos establecer puentes con nuestros afectos por muy distinto que piensen de nosotros. La vida es otra cosa, ¿no?  


Link: http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/musica/Adrian-Iaies-Melancolia_0_712728879.html

Daniel Pennac: “El 99% de la literatura industrial es basura”

Las relaciones entre literatura y escuela han sido siempre complejas y el francés Daniel Pennac las aborda con notable oficio narrativo. En “Señores niños” le da una nueva vuelta de tuerca al tema. Aquí, habla de estas y otras obsesiones.

Por Hector Pavon


El inicio de Señores niños , de Daniel Pennac, está destinado a convertirse en un clásico universal. Un grupo de alumnos es reprendido por haberse burlado de su profesor, quien les impone el “castigo” de escribir una redacción a partir de esta consigna: “Despierta usted cierta mañana y comprueba que, por la noche, se ha transformado en adulto. Enloquecido, corre a la habitación de sus padres. Se han transformado en niños”. Es posible que el viejo profesor (también de Pennac) haya elaborado esta sanción creativa pensando en La metamorfosis de Kafka: el despertar monstruoso los ha convertido en adultos. Pennac estuvo en Buenos Aires, habló de su libro y, claro, de la educación.
Usted acostumbra a incluir en sus novelas a personas del mundo de la escuela real. ¿Se reencontró con alguno de ellos?
La mayoría ya ha muerto. Un profesor de filosofía, del cual hablo en este libro, me escribió diciendo “estoy muy halagado de haberlo marcado tanto en su vida, me impresionó mucho, sobre todo porque no tengo ningún recuerdo de usted”. Un profesor ve a ciento veinte alumnos por cada año de los cuarenta que trabaja como tal, lo que resulta cuatro mil ochocientos alumnos. El no se acordaba de mí, y es cierto que yo era un alumno bastante tapado, ocupaba mi lugar en el fondo de la clase.

¿Y cómo quedaron retratados los demás profesores?
El de francés era un hombre que transformó a muy malos alumnos. Y como yo era muy mal alumno, inventaba excusas por no haber hecho la tarea, decía mentiras. Y ese profesor, en lugar de enfrentar mis mentiras desde el ángulo moral, lo hacía desde la producción de una ficción, y me pidió que escribiera una novela. Es decir, él explotó mi aptitud y eso fue pedagógicamente genial.

¿Y esta ficción lo lleva a ver diferencias entre la escuela a la que usted asistió y la de hoy?
Sí. En mis tiempos, los niños no eran los clientes de la sociedad de consumo. Es decir, yo usaba la ropa que dejaban mis hermanos, comía lo mismo que mis padres, a la misma hora, íbamos de vacaciones al mismo lugar, todos juntos. Es decir, solamente los adultos eran clientes de la sociedad de consumo Hoy, los niños son clientes completos, como los adultos, de la sociedad comercial. Tienen teléfonos, ropas, alimentos, distracciones en particular. Desde niños tienen la tv en el cuarto que los bombardea con publicidades que se dirigen a sus deseos. Deseos, deseos, deseos, que entran en conflicto con sus necesidades que se vuelven elementales, esenciales. Y no lo son, son deseos superficiales. Las necesidades esenciales son de otra naturaleza: aprender a leer, a escribir, a comprender, a contar. Lo que caracteriza a la escuela contemporánea es ese conflicto entre necesidades y deseos.

Usted ha hablado del papel de la tv. ¿La tv educativa existe o es un oxímoron?
Eso depende de lo que uno pone en el adjetivo “educativo”. ¿Una tv informativa, es educativa? ¿Una tv cuyo rol es informarte únicamente que existe un nuevo IPod es educativa? No, es informativa. Ni siquiera. Es publicidad. Cuando mi hija era pequeña, no teníamos tv en casa y todo el mundo nos decía “ustedes están locos, no se va a integrar en la escuela porque allí todos hablan de eso…”. No me importa. Hoy ella tiene 30 años y es un ser de una independencia intelectual que me maravilla. No va a suicidarse si su tv se descompone –tampoco tiene–, no se va a suicidar si no cambia su teléfono. No tiene IPod. Estoy muy contento como padre de haber logrado eso.

¿Y la pedagogía, es un territorio de maestros, o los padres también deben ser pedagogos?
Los padres hacen lo que pueden en materia de pedagogía. Ya Freud le decía a los padres: “Hagan lo que quieran, siempre lo harán mal”. Porque la relación entre padre e hijo, entre madre e hijo, es demasiado implicada, empática para ser pedagógicamente eficaz. En pedagogía, es necesaria cierta indiferencia. Para que yo sea un buen profesor para vos, es casi necesario que no seas mi hijo, que yo no sea tu padre.

¿Es usted un buen lector?
¿Qué es un buen lector?

Alguien que puede reflexionar sobre lo que lee, que obtiene algo, que lo puede transmitir…
Había un crítico literario francés, Albert Thibaudet, que decía que había “lectores” y “leedores”. Entonces, Héctor, yo sería uno de los “leedores”, el que mantiene una relación intelectual con lo que lee, que puede cuestionar. Por supuesto, el libro me acompaña intelectualmente, es decir, que mi lectura no está estrictamente limitada a lo emocional. Sería eso, el lector limita su lectura a un conjunto de emociones: la comisión, la distracción, la risa...

Sólo en la Argentina se editan cerca de doscientos títulos mensuales. ¿No le genera cierta angustia saber que se edita tanto y que se puede leer tan poco?
No hay que tener miedo, porque eso sólo produce malos reflejos. Hay que categorizar. Hay muchos libros, sí, pero muchos no lo son. Habría que ver cuántos o cuáles de esos doscientos son “libros”. Excluís todos los que son artículos de diarios inflados; biografías de imbéciles, los que consideran que su vida es importante porque la televisión les dio el carnet de Andy Warhol. No los leés. Luego, están los libros de circunstancias, sobre un acontecimiento particular. Y eso suma el 80% de lo publicado. Quedarán una veintena de libros que serán novelas, ensayos importantes que permitan aclarar la actualidad, etcétera. El resto es basura.

¿Usted tira libros?
¿Si los tiro? ¡Claro!

¿Por qué?
¡Porque son malos! La edición se convirtió en una industria. Antes era un artesanado. Esa industria produce literatura industrial. El 99% de lo que produce la literatura industrial es basura. No son productos manufacturados, es literatura y asuntos sentimentales, estereotipados. Eso se tira.

¿Son necesarios los rituales para leer?
Creo en la fisiología del lector. En el acto de leer hay algo físicamente delicioso. El momento en que uno toma un libro y va al sillón: asociado al placer del texto, está la posición del cuerpo en un sillón. Creemos que nos sentimos solos con la lectura, pero en realidad, nos metemos en la escena. Es una especie de acto teatral íntimo. Uno pone la lectura en escena y nadie lo sabe, sólo nosotros. Los demás ven leer, sólo eso. Pero si hacemos el esfuerzo de descomponer ese acto, percibimos que hay una puesta en escena de la intimidad del lector con el libro.


Link: http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/ficcion/Daniel_Pennac_0_728327184.html

La orden de Cristina es desguazar Cablevisión

Por Carlos Pagni | LA NACION

 
Es imposible que Cristina Kirch- ner se refiera a los medios de comunicación sin despotricar por las dificultades que encuentra frente a su principal objetivo: la reducción del Grupo Clarín. Por esa razón, hace tres semanas impartió una instrucción para terminar con lo que, para ella, son dilaciones derivadas de una conspiración mediática y judicial. A partir del 7 de diciembre la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) no sólo deberá revocar al holding de Héctor Magnetto las licencias que excedan el cupo establecido por la nueva ley de servicios audiovisuales. También deberá entregar a competidores de Clarín la infraestructura de las empresas de las que ese grupo deba desprenderse. En el caso de Cablevisión, la transferencia incluye a los abonados. Para justificar esta cirugía se dirá que, por los artículos 85 y 113 de la norma, el Estado debe garantizar la regularidad y continuidad de las emisiones.
También en Clarín se sienten víctimas de un complot mediático y judicial. Es el que llevarían adelante los mendocinos José Luis Manzano y Daniel Vila para terminar de instalar en Cablevisión a un interventor afín, que conduzca la jibarización de la empresa según las pautas del Gobierno. Manzano y Vila aspiran a quedarse con algunos de los activos a los que tenga que renunciar Clarín.
El 7 de diciembre es el límite que fijó la Corte Suprema para el amparo que el juez Eduardo Carbone concedió a Clarín hasta que se defina si el artículo 161 de la ley, que obliga a la desinversión, es constitucional. Si la Justicia no se expide antes de esa fecha, la medida cautelar quedará anulada. Como Carbone se jubiló, el concurso del que surgirá su reemplazante se ha convertido en una batalla crucial para esta guerra.
Los expertos en radiodifusión coinciden en que, si no hay un pronunciamiento judicial de fondo, el 7 de diciembre se activarán los plazos para adecuar el número de licencias, que tomarían otro año. La Presidenta, en cambio, instruyó a la Afsca para que revoque las licencias y transfiera los activos ese mismo día.
Cristina Kirchner se ufanará de estar brindando un homenaje a la democracia. Está convencida de que Magnetto es el cerebro de una operación destituyente. (Incógnita: ¿a qué va a atribuir sus desventuras cuando ese genio maligno sea reducido?)
Sin embargo, la imagen de una administración que arrasa con las garantías de la prensa terminará de consolidarse. El debate se plagará de referencias a Hugo Chávez, que también retiró la licencia e incautó los activos de la cadena Radio Caracas Televisión, bajo acusaciones de golpismo. Aunque el peronismo no necesita de la experiencia bolivariana para encontrar antecedentes. Dispone de ellos en su propia tradición.
Los funcionarios que venían negociando con los medios las pautas de la desinversión suspendieron las conversaciones. El 19 de julio pasado intimaron a las empresas a informar su composición accionaria y el número de permisos para operar. Fue un requerimiento muy tardío, ya que sólo Clarín consiguió un amparo judicial. Los demás deberían haberse adecuado a la ley el último 28 de diciembre. La demora demuestra lo obvio: la única desinversión con la que sueña el Gobierno es la de ese grupo. Esta arbitrariedad es un regalo que acaso Magnetto no esperaba. La propia señora de Kirchner alimenta la tesis según la cual ella no pretende garantizar la pluralidad de voces, sino desguazar una empresa "enemiga".
Licencias
Para doblegar a Clarín el kirchnerismo puso en la mira a Cablevisión, que representa el 60% de los ingresos de ese emporio. La empresa controla 158 licencias de TV por cable, 134 más de las permitidas. La Presidenta quiere que se deshaga de ellas cuanto antes. Pero pretende evitar un apagón que la enemiste con la audiencia. No quiere que se repita lo que sucedió a Julio De Vido en agosto de 2010, cuando anunció que "Fibertel no existe" y que, por lo tanto, los usuarios debían buscarse otro proveedor. Como esa alternativa tampoco existía, sólo consiguió la antipatía de los internautas.
Santiago Aragón, el titular de la Afsca, tiene instrucciones de entregar infraestructura y abonados de Cablevisión a los competidores de cada zona. Aunque los convierta en monopólicos. Ejemplos: Telecentro, de Alberto Pierri, en el área metropolitana; Tele Imagen, de Néstor Ick, en Santiago del Estero; Supercanal, de Vila y Manzano, en Santa Fe. A esos recipiendarios se les exigirá, claro, dejar de emitir Todo Noticias.
La señora de Kirchner eligió como socio a Manzano para esta batalla decisiva. Quedó demostrado el 20 de diciembre pasado, cuando la Gendarmería irrumpió en la sede porteña de Cablevisión para hacer cumplir una orden del juez mendocino Walter Bento. A pedido de Supercanal, y por un conflicto que se desarrolla en Salta, Bento intervino la compañía y le dio un plazo de 60 días para que divida sus activos. La justicia federal porteña y la de Salta lo declararon incompetente. El 5 de julio pasado, los representantes del Gobierno en el Consejo de la Magistratura debieron salvar a Bento del juicio político.
Pero Bento consiguió designar en Cablevisión a un coadministrador. Es Enrique Anzoize, a quien en Clarín vinculan con Manzano. Ayer la empresa denunció que el juez mendocino, con la colaboración de un colega porteño, estaría por remover a su directorio. De verificarse esa profecía, el avance sobre Cablevisión, el 7 de diciembre, no encontraría resistencia. Al contrario: Anzoize sería el dócil y solitario ejecutor del plan del Gobierno. Y de Vila y Manzano.
Juan Manuel Abal Medina es el nexo entre la Presidenta y Manzano. Las vueltas de la vida: Abal fue discípulo de Carlos "Chacho" Alvarez, quien acusó a Manzano de "robar para la corona", cuando "la corona" era Carlos Menem. La frase tituló un libro del periodista Horacio Verbitsky, quien meses atrás recordó sus reproches a Néstor Kirchner por aliarse con Manzano en la guerra contra Magnetto. A la luz de estos datos, la Presidenta debería descartar el tribunal de ética para la prensa. No vaya a suceder que los que vayan a la hoguera sean los propios. Aunque ya lo aclaró aquel colaborador de Ramón Saadi: "En política la ética es un procedimiento para aplicar al adversario".
Dificultades
Supercanal tiene dificultades para quedarse con los negocios de Clarín. Cuenta con 90 licencias, 66 más de las permitidas. En cambio Advsps no tiene ese límite: es la sociedad que constituyeron el 12 de abril del año pasado el hijo de Vila, Agustín, con el abogado de Supercanal, Eduardo Vila. Advsps está gestionando, con bastante éxito, permisos en la Capital Federal, Lomas de Zamora, Tigre, Paraná, Rosario y Santa Fe, ciudades en las que opera Cablevisión.
Carlos Zannini diría que el conflicto con Clarín es la "contradicción principal" del kirchnerismo. Pero la tormenta que se prepara en Olivos siembra miedo entre los funcionarios de la Afsca. Allí rige una conducción bicéfala, como en casi todo el organigrama oficial: Aragón es controlado por su segundo, Ignacio Saavedra, un delegado de La Cámpora. Saavedra ganó notoriedad como productor de contenidos de TV -Telefé ha sido casi su único cliente- en sociedad con Fernando Pérez, el responsable de conducir los procesos de desinversión.
Los talibanes del Gobierno tienen con Aragón los mismos reparos que les provocaba su padrino y antecesor, Gabriel Mariotto: lo acusan de tibio. A Mariotto se le reprocha haberse marchado a La Plata dejando inconcluso el expediente de suspensión de la licencia de Cablevisión. Saavedra sostiene esa tesis.
Aragón y Saavedra amenizan las conversaciones con sus ocasionales visitantes hablando mal del otro. Todo en voz bien alta, para que el vituperado se entere. El dúo está separado apenas por un tabique en un gran salón en "L".
Sería superficial, sin embargo, atribuir el enredo de la política de medios a que la Afsca se ha convertido en un conventillo. El problema central es que la norma diseñada por Mariotto resulta inaplicable. De hecho, todavía no se ha otorgado ninguna frecuencia bajo el nuevo régimen. Tampoco se conoce el censo de radiodifusores, que debía estar listo para marzo de 2010. En esta nueva etapa se realizó un solo concurso, el de la televisión digital, que debió declararse desierto. Como en YPF, en Aerolíneas o en la guerra contra Boldt, también en esta reforma el kirchnerismo se arriesga a quedar empantanado. Hasta ahora sólo ha sido eficaz en demorar la constitución de la comisión bicameral que debe designar a los representantes de la oposición en la Afsca.
Las dificultades del Gobierno se deben a que tampoco en el campo mediático comprende cómo funcionan los mercados. Las compañías de comunicación no son sustentables por debajo de determinada escala. Sobre todo porque la publicidad no es infinita. Ni siquiera la oficial. Basta ver cómo Gerardo Luis Ferreyra, Sergio Szpolski, y muchos otros empresarios alineados con el Gobierno, hacen malabares para pagar los sueldos, debido a que la agencia Télam les abona las facturas con una demora de 200 días. La crisis fiscal también llegó a esos medios.
RECHAZAN UNA EVENTUAL INTERVENCIÓN JUDICIAL
Diputados nacionales de fuerzas políticas opositoras coincidieron ayer en rechazar una posible intervención a la empresa Cablevisión, del Grupo Clarín, y advirtieron sobre el "intento de hegemonía" del Gobierno sobre los medios de comunicación.
Los legisladores Ricardo Gil Lavedra (UCR), Federico Pinedo (Pro), Oscar Aguad (UCR) y Patricia Bullrich (Unión por Todos) criticaron, además, al juez mendocino Walter Bento, quien promovería una nueva orden para intervenir Cablevisión, según publicó ayer el diario Clarín.
"Causa alarma que un juez federal de provincia, fuertemente sospechado de responder a un grupo económico afín al Gobierno, que ha tenido comportamientos judiciales inaceptables, pero que goza de protección oficial en el Consejo de la Magistratura, pretenda ahora ejecutar una medida contra Cablevisión", dijo Gil Lavedra.
En tanto, Pinedo opinó que el posible avance del juez mendocino sobre la empresa Cablevisión significaría un "abuso de poder" y sostuvo que el magistrado "actúa con el aval del oficialismo"..