martes, 1 de noviembre de 2011

Todo en suspenso: la moneda está en el aire - Por Calos Pagni

Excelente nota de Pagni que publicó ayer en La Nación. Cuánto talento para realizar una nota periodística.


Por Carlos Pagni | LA NACION

El cambio fue pequeño, pero muy sugerente. El jueves, Mercedes Marcó del Pont confinó a la gerenta de dictámenes jurídicos del Banco Central, María del Carmen Urquiza, a una brumosa dirección de biblioteca. La abogada había objetado varias de las medidas que adoptó la entidad monetaria para bloquear la corrida hacia el dólar. La señal es inequívoca. El Gobierno se prepara a cruzar varias barreras.
Hacía tiempo que Urquiza molestaba al kirchnerismo. En la polémica por la utilización de reservas para pagar a los acreedores, recomendó a Martín Redrado ignorar el decreto de la Casa Rosada. Aunque tal vez el mayor enojo lo causó con sus reparos a la Comunicación "A" 5184, del 17 de febrero pasado, que le valió a Marcó del Pont una causa penal iniciada por el abogado Ricardo Monner Sans. El fiscal Carlos Stornelli quiere saber si la presidenta del Central emitió esa resolución con efecto retroactivo para salvar las irregularidades que ella misma habría cometido cuando presidía el Banco Nación. Parece una ironía: los reproches tienen que ver con infracciones a la ley cambiaria, cuyo cumplimiento hoy tanto la desvela.
Además de los fastidiosos veredictos de Urquiza, aparecieron otras piedras en el camino de Marcó del Pont. El mismo jueves, Carlos Pérez -director sobreviviente de la gestión Redrado- arguyó delante de sus colegas que la represión a la compra-venta de dólares estaba destinada a fracasar.
Amado Boudou expuso los mismos reparos delante de varios banqueros amigos. Pero su secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, que lo representaba en la misma reunión de directorio, no abrió la boca. Es lógico. Lorenzino quiere ser ministro. No sería bueno que se muestre quisquilloso.
La verdad es que Marcó del Pont se está imponiendo sobre Boudou en la batalla por el oído de la Presidenta. La tesis que elaboró con el auxilio de Arturo O'Connell, ex director del Central, y de Matías Kulfas, director del Banco Nación, ha triunfado. Reza así: como el tipo de cambio multilateral está equilibrado, la crisis cambiaria no tiene motivaciones genuinas. Por lo tanto, no sería más que una turbulencia pasajera, que se resolverá con sólo atemorizar a los compradores de dólares.
El dólar no se enteró de esta teoría. Pero muchísima gente se enteró de que hay problemas con el dólar. Mientras el oficial cotizaba el viernes a $ 4,25, el del mercado blue -eufemismo con que los financistas evitan hablar del desagradable mercado negro- lo hacía a $ 4,45. Las operaciones de contado con liquidación -subterfugio para exceder el cupo de expatriación de divisas a través de la compraventa de bonos- se pactaban con una paridad de $ 4,82.
De persistir la brecha, es posible que esta semana la Argentina se convierta en el segundo país de la región con dos tipos de cambio. El otro es Venezuela.
El fracaso de las medidas oficiales siembra la intranquilidad entre los banqueros. Ellos temen que Marcó del Pont comience a justificar su ineficacia implantando hipótesis conspirativas en la cabeza de Cristina Kirchner. No quieren ser el nuevo enemigo interno al que cabe imputar todos los trastornos. Desde hace tiempo Marcó del Pont tararea esa música en voz baja, a dúo con Guillermo Moreno. Algún resultado han obtenido. Hace 15 días, la Presidenta ordenó no renovar plazos fijos de la Anses como una represalia contra "los que venden dólares". La medida aceleró la suba de la tasa de interés. Ese proceso, destinado a enfriar la economía, está reanimando la confianza del Banco Central en una ley de servicios financieros que "oriente y estimule el crédito". Ignacio de Mendiguren levita de placer.
La resistencia del público a la estrategia del Gobierno es comprensible. El mercado advierte que Cristina Kirchner intenta sustituir con ortopedias un plan que resuelva el principal problema de la economía, que es la inflación. La fuga hacia el dólar se debe a que la gente quiere deshacerse de los pesos, que han perdido valor. El aumento de los precios consumió la competitividad de la moneda, lo que hace prever, a falta de otras políticas, una devaluación.
Hay observadores que no terminan de aceptar esta lectura. Creen, o quieren creer, que el corset cambiario es una salida de emergencia. Suponen que la Presidenta advierte que las recomendaciones de Marcó del Pont traen un eco subliminal del corralito, que haría remover a Kirchner en su mausoleo. Imaginan que, cuando presente a su nuevo equipo, ella asombrará también con una nueva receta, menos voluntarista. Lo que esos optimistas no consiguen explicar es por qué se guarda esa terapéutica sorpresa para el 10 de diciembre y no la produce ahora.
Para los especialistas que piensan de este modo, es indiferente que la salida se llame Acuerdo Económico y Social o Programa de Convergencia Nominal. Ellos esperan una señal de que la Presidenta ha comprendido que el objetivo de crecer al 8% anual con una inflación del 25% se ha vuelto inviable. Pablo Gerchunoff, por ejemplo, sostiene: "Para preservar su modelo, el Gobierno debería replegarse hacia niveles de crecimiento, inflación, expansión monetaria, gasto público y negociación salarial más razonables". Y agrega, comprensivo: "Si se atiene a una macroeconomía realista, la Presidenta podría darse el gusto de insistir con su proteccionismo nacional y popular, aunque sea muy arcaico".
El reseteo que se espera desde el mercado y un sector de la academia supone buscar financiación internacional, como aconsejan Boudou y su delfín imaginario, Lorenzino. Esta semana habrá algún atisbo de cómo la Presidenta observa ese camino, cuando se entreviste con Barack Obama, en Cannes.
El significado del encuentro está escondido en los detalles. La iniciativa de la reunión salió de Washington. Y no por impulso del Departamento de Estado, sino del Consejo Nacional de Seguridad, donde revista el joven Dan Restrepo, que formuló la solicitud.
Las circunstancias que rodean a Obama impiden pensar en un encuentro de cortesía. Estados Unidos está entrando en las primarias. Por lo tanto, no cabe esperar que su debilitado presidente quiera halagar a los republicanos jugando a las visitas con una colega que, como Cristina Kirchner, viene de incautar material militar norteamericano con la excusa de prevenir un atentado terrorista.
Los diplomáticos tienden a coincidir en que el encuentro estará centrado en las relaciones con Irán, lo que explica la intervención del Consejo Nacional de Seguridad. Washington está elevando la presión sobre Teherán con medidas financieras. Cristina Kirchner, por su parte, produjo un giro en su vínculo con ese país. En la Asamblea General de la ONU del año pasado imputó al régimen de Mahmoud Ahmadinejad el atentado contra la AMIA. Pero en la de este año anunció que, como Irán se dispuso a colaborar con el esclarecimiento de ese crimen, iniciaría conversaciones con el acusado. Además, esta vez ordenó al jefe de la misión argentina escuchar el mensaje de Ahmadinejad y no incorporarse al pelotón de representantes que abandonaron el recinto, encabezado por las naciones aliadas en la OTAN.
¿Qué sucedió entre una y otra asamblea? En marzo, Pepe Eliaschev publicó en el diario Perfil que, a comienzos de este año, Héctor Timerman había iniciado, con la mediación de Siria, una negociación con Irán que implicaba suspender la investigación del ataque de 1994. Timerman no lo desmintió. Al contrario, fuentes confiables aseguran haberle escuchado que el Gobierno explora un acuerdo con los iraníes, siempre que ellos indemnicen a las víctimas y admitan la responsabilidad de alguno de los inculpados. Rafael Bielsa imaginó, en su momento, una transacción parecida, pero con Marruecos como mediador.
Algunos expertos sostienen que, con el cambio, la Presidenta pretende sacar ventajas en una negociación con los Estados Unidos. Son los que esperan que de la reunión con Obama salgan facilidades para normalizar el frente externo. La meta sería aumentar la oferta de dólares por la vía del endeudamiento internacional, como aconseja, sin éxito, Boudou.
¿Está planeando Cristina Kirchner una jugada más audaz? ¿Imagina a Irán como el proveedor de financiamiento e insumos energéticos que fue Venezuela para su esposo? Eso sí sería "profundizar el modelo". Pero nadie se atreve a afirmarlo. Sólo se sabe que va a la reunión con Obama con un gesto de firmeza. Restrepo tramitó la cita con la embajadora de su país, Vilma Martínez, y excluyó a Timerman, el responsable inmediato del incidente del avión. Pero la Presidenta delegó en el canciller del alicate la coordinación del encuentro.
Los que quieran descifrar la orientación que la señora de Kirchner imprimirá a su segundo mandato tal vez obtengan más provecho de la reunión con Obama que del anuncio del nuevo gabinete. Por ahora, la moneda está en el aire.

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