miércoles, 30 de enero de 2008

Entrevista a Gilles Deleuze (parte I)

- Usted ya había hecho anteriormente muchos comentarios acerca de la obra de Foucault. ¿Cuál es el sentido de este libro, dos años después de su muerte?
Deleuze: Necesidad mía, admiración por él, sentimiento ante su muerte, ante esta obra interrumpida. Es cierto, en efecto, que ya antes había escrito algunos artículos sobre ciertos puntos concretos (el enunciado, el poder). Pero en el caso presente lo que me interesa es la lógica de ese pensamiento, que me parece una de las más importantes filosofías modernas. La lógica de un pensamiento no tiene nada que ver con un sistema racional y equilibrado. Incluso el lenguaje era considerado por Foucault, a diferencia de lo que sucede con los lingüístas, como un sistema desequilibrado. La lógica de un pensamiento es una especie de corriente que nos arrastra, una serie de ráfagas o de sacudidas. Como decía Leibniz: cuando creíamos haber llegado a puerto, nos encontramos de nuevo en alta mar. Este es el caso de Foucault. Su pensamiento no deja de añadir nuevas dimensiones, ninguna de las cuales estaba contenida en la anterior. ¿Qué es lo que le obliga a aventurarse en tal o cual dirección, a recorrer tal o cual camino, siempre inesperado? No hay un solo gran pensador que no atraviese estas crisis, pues marcan las horas de su pensamiento.

- Usted considera a Foucault, ante todo, como un filósofo, mientras que otros insisten más en sus investigaciones históricas.
Deleuze: Es innegable que la historia forma parte de su método. Pero Foucault no se convirtió nunca en historiador. Foucault es un filósofo que ha inventado una relación con la historia completamente distinta a la de las filofofías de la historia. La historia, según Foucault, nos acerca y nos delimita, no dice lo que somos sino aquello de lo que diferimos, no establece nuestra identidad sino que la disipa en provecho de eso otro que somos. Por ello, Foucault considera series históricas breves y recientes (entre los siglos XVII y XIX). E incluso cuando se ocupa, como en sus últimos libros, de una serie de larga duración, desde los griegos y el cristianismo, es para hallar aquello en lo que nosotros no somos griegos, no somos cristianos, el punto en el que nos convertimos en algo distinto. En suma, la historia es lo que nos separa de nosotros mismos, y lo que debemos franquear y atravesar para pensarnos a nosotros mismos.Como dice Paul Veyne, la actualidad es lo que se opone tanto al tiempo como a la eternidad. Foucault es el más actual de los filósofos contemporáneos, el que ha realizado una ruptura más radical con el siglo XIX (de ahí su aptitud para pensar el XIX). Lo que a Foucault le interesa es la actualidad, eso mismo que Nietzsche llamaba lo inactual o lo intempestivo, lo que es in actu, la filosofía como acto de pensamiento.

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