lunes, 24 de octubre de 2011

El paìs sin miedo - Por Tomás Abraham para La Nación

Posteo la nota de opinión del filósofo Abraham que publicó La Nación el pasado 21 de octubre.



Avances y retrocesos de una Argentina que vuelve a las urnas.

El país sin miedo

Por Tomás Abraham | Para LA NACION


Redescubro en un estante de mi biblioteca un libro que no leí o que olvidé haber leído: El misterio argentino, una serie de entrevistas de Pablo Chacón a un grupo de intelectuales -entre ellos quien escribe- a fines de 2002. El libro salió a la venta en abril de 2003, y las últimas líneas pertenecen al verano del mismo año. Son las vísperas de las elecciones. En el momento en que se llevan a cabo las entrevistas, la mayoría de los convocados no sabe quién va a ser el candidato justicialista. Hay dos posibles, además de Menem: De la Sota y Kirchner. El tema que los reúne es la crisis argentina de 2001-2002, de la que son testigos.
Es el tiempo en que Duhalde confiesa no poder gobernar y llama a elecciones. El movimiento piquetero ha tenido sus dos primeras víctimas: Kosteki y Santillán. Repasemos algunas expresiones del libro previas al triunfo electoral de Néstor Kirchner.
Tulio Halperín Donghi dice que la situación que se vive es la más grave de la historia argentina. Considera que la crisis es estructural e irreversible. Sostiene que no hay instituciones y que jamás hubo apego a las mismas en la historia política del país. Concluye que si alguna vez soñamos con ser una réplica de alguna nación europea como las que nutrieron con su población el suelo argentino, tendremos un despertar doloroso. A lo sumo podremos remodelarnos como una república centroamericana.
Para Torcuato Di Tella la crisis es de carácter irreversible. Cree que el bipartidismo es una garantía de estabilidad institucional. Para ello debería formarse un partido que combine la tradición socialdemócrata y la del populismo peronista, y por otra parte un partido de derecha. Estima que lo único que puede salvar al país del pozo es un gobierno de centroderecha con una política económica keynesiana. Ante la pregunta de si eso significa que votaría por Kirchner, deja la respuesta en suspenso. Marcelo Lascano opina que aquello de lo que se es testigo no es un fracaso sino un suicidio. Para él la Argentina es un país sin horizonte, uno que históricamente arrugó territorio y que va en camino de perderse en el tiempo.
Ricardo López Murphy, candidato a presidente, aspira a que el país siga el ejemplo de los países que considera ordenados y normales. Son los que tienen una cultura política basada en la tradición iluminista que caracterizó a la modernidad. Pero advierte que si no se pone un freno a la anarquía reinante, se corre el riesgo de sucumbir ante un poder totalitario conducido por el movimiento piquetero.
Para Guillermo O'Donnell la crisis parece terminal. Percibe lo que denomina una colonización autoritaria de las instituciones. Por su parte, para Víctor De Gennaro se viven momentos de gloria. El año 2001 fue espectacular, y lo que vivió fue algo hermoso. Horacio González tiene la impresión de que el ciclo de la Argentina que va de Mitre a Perón parece haberse agotado.
José Nun pide una reforma constitucional, ya que considera que el hiper-presidencialismo ha sido uno de los factores responsables de las sucesivas crisis que vive el país. Percibe en la población una sensación de apatía, resignación y desesperanza. Beatriz Sarlo dice que la Argentina de la mitad del siglo XX fracasó y ya no existe.
Mi propia apreciación no sólo es pesimista sino emotiva y desbordada por los acontecimientos. Sostengo que es una utopía creer que el país pueda salir adelante con una política exportadora cuyos clientes principales sean los chinos.
Pasaron ocho años y estamos en vísperas de nuevas elecciones, y es una pena que a los editores del libro no se les haya ocurrido entrevistar nuevamente a los mismos personajes para comparar sus apreciaciones sobre los momentos que se viven hoy en perspectiva con los vividos ayer.
Nuestro país ha cambiado, por suerte. Mis predicciones no se cumplieron, los chinos nos compran y los precios explotaron. Bajó la desocupación. Hay más trabajo. Eso vale oro. Pero no todo lo que reluce lo es. En nuestro país en vísperas de una nueva elección, hay zonas oscuras y peligrosas. Ser un crítico del gobierno nacional cierra puertas. Hay listas negras. Hay gente de la cultura que no debe ser, por orden oficial, nombrada ni invitada, por no adherir al modelo. Desde la Biblioteca Nacional, refugio de la cultura oficial y umbral prohibido para las decenas de intelectuales críticos del poder, hasta las agencias de noticias oficiales, pasando por Página 12, hay libros que no se comentan, autores que no se nombran, colaboradores borrados de las agendas culturales, generadores de cultura eliminados de los convites nacionales e internacionales, todo porque no son kirchneristas ni apañan el modelo. Los canales oficiales están copados por sectas afines al Gobierno, usufructúan dineros que provienen de aportes de trabajadores de todos los colores políticos y los usan para difamar opositores, insultarlos, y hacer propaganda oficial. Funcionarios no pueden expresar opiniones, adherir a partidos o firmar solicitadas a favor de otros candidatos que los del Frente para la Victoria, por miedo a ser desplazados de sus trabajos. Un deporte como el fútbol es un pretexto para que el Gobierno lo use para producir una catarata de panfletos que se visten de obras públicas. Por supuesto que las obras públicas que realizan mandatarios provinciales que no son oficialistas no son nombradas, ni las de Santa Fe, ni las de Buenos Aires, ni las de San Luis, ni las de ninguna en la que algo pueda hacerle sombra a la Presidenta. Se anuncia una reforma del fútbol que llevará a todos los rincones del país una televisación que intensificará la feudalización del poder, ya que dependerá aún más de la caja central que se ha comido a la caja de la AFA, y permitirá que la propaganda no sólo corone al gobierno nacional sino a cada jerarca provincial y hasta municipal, que la usará para intensificar el sistema de vasallaje.
El Gobierno ha usado a las organizaciones de derechos humanos como biombo detrás del cual lleva a cabo una política que ha sido denunciada por corrupción en infinidad de denuncias. El caso Schoklender es la punta de un iceberg. Una organización contraestatal que tiene por misión vigilar que un Estado no viole los derechos humanos se ha hecho apéndice de un grupo político. Todo aquel que no está de acuerdo con el modo en que se hacen las cosas es tildado de gorila. Categoría infamante que ha sido resucitada por lo que se llama la "vuelta de la política". La acompañan los epítetos de procesista, neoliberal, derechista, menemista, destituyente, golpista, y se los lanza con mofa, de acuerdo con una versión vulgarizada que entiende la política como una de las formas de la guerra.
Se han degradado sucesos que hacen patria, como el juicio a las Juntas, y hombres como el jefe de Gabinete llevan la voz cantante en el festival de necedades cancheras que pretenden humillar a hombres como Strassera. Se borra el prólogo de Sabato, se insulta a Tato Bores para lastimar a su hijo que escribe en Clarín. Los medios y los modos usados por este gobierno, y el blindaje cultural que resulta del famoso "relato" que lo acompaña, pertenecen a los fascismos. ¿Asusta la palabra? ¿Es desmesurada? ¿Es mejor decir hegemonía, autoritarismo? ¿Es más sociológico? ¿No se sabe que hay que extremar los argumentos cuando dicen que el silencio es salud? ¿O cuando, como ahora, nos dicen que el pueblo está feliz? Hay que tener cuidado: cuando ciertos voceros nos señalan que un pueblo está feliz, el fascismo está cerca. Esas dichas no provienen de la alegría de la libertad.
Existe la barbarie de clase media y de sectores de la corporación cultural, que deberían ser incluidas en una psicología de masas que va más allá que las mentadas derechas. El esnobismo pequeño burgués la acotó al "gorilismo", mientras escudaba su irresponsabilidad política en su coartada preferida: el pueblo. Son varias las razones por las que no debemos olvidar los años 70. Es llamativo que cuando alguien critica al Gobierno de un modo claro y distinto en un medio de comunicación masivo, aquellos que están de acuerdo con lo expresado feliciten al participante por su "coraje". ¿Hay que tener coraje en nuestro país para hablar en voz bien alta y expresar las propias convicciones cuando no se pertenece a la mayoría o a la falange oficialista? El otro día tuve que escuchar, después de decir que existía censura en nuestro país por el uso discrecional de los dineros públicos para extorsionar a la prensa no adicta y premiar a la genuflexa, y por las lista negras, que no tenía derecho a hablar así porque bien podía manifestar mi opinión sin por eso ir preso.
Cuando hay que agradecer ciertas libertades es porque hay un gran malentendido. Hay quienes creen que la libertad es una ofrenda de los que mandan. Se ha mentido demasiado. Los bonos de Santa Cruz se han esfumado. Alguien los tiene. Del juez y los fiscales que tenían a su cargo el asunto ya hemos olvidado sus nombres. A los que sentaron en el banquillo a los máximos responsables de la matanza del Proceso cuando sus tropas aún podían vengarlos, no se les ha permitido entrar al Museo de la Memoria y ni siquiera se los ha nombrado. Se ha creado esa estafa con el nombre de candidaturas testimoniales para burlarse de las elecciones. Se han aprobado todas las leyes posibles en un período de cambio de legisladores. Se habla de calidad institucional cuando se manipulan jueces y la impunidad hace que la inseguridad sea algo más que una sensación.
Los ricos son cada vez más ricos. Los pobres son pobres asistidos, pero jamás dejarán de ser pobres sin viviendas ni educación digna. No hay tanto para festejar. Pero, fundamentalmente, a alguien se le ha ocurrido dividir al país en trincheras. Se ha demonizado a medio país. El que no es parte del contingente se convierte en un extraterritorial susceptible de ser cooptado por la reacción. A veces estos personajes se despojan de sus disfraces de guerreros y se convierten en pastores. Hablan de diálogo, de multiplicidad de voces, de encuentros plurales, antes de volver a convocar a una nueva escupida a fotos de periodistas malditos. Nos dicen que la política es conflicto y que hay que asumirlo. Nos tratan de aprendices de ciencias sociales. A los argentinos los conflictos nos sobran y la sangre derramada también. Pueden cavar todas las trincheras que quieran y hacer luego los mohínes que se les ocurra. Muchos de nosotros no nos dejaremos chantajear por el hecho de estar a favor de los juicios a criminales de Estado ni por apoyar los planes sociales a poblaciones que necesitan asistencia. Daríamos nuestra aprobación a este o cualquier gobierno que lo hiciera, sin dejar de usar nuestra libertad para denunciar la mentira, la intimidación y la corrupción. La extorsión moral tiene la finalidad de fortalecer al poder cínico. En donde haya censura, manipulación de la información, listas negras, fraudes a granel, estafas ideológicas, también habrá alguien que hable del asunto. Siempre habrá quien quiera saber de qué se trata.
Hay que hablar en voz bien alta. Que cada uno exprese su opinión. Las mayorías van y vuelven, y a veces ni vuelven. Esta fase de nuestra historia comenzó en octubre de 1983 y se rubricó con el Nunca Más. Por eso, el domingo podemos votar sin miedo.

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