-¿Cuál es la situación actual del filósofo de la comunicación en la vida
comunitaria, su participación ideal y la posibilidad real de
aproximarse a la misma?
-Empezaría diciendo que no es muy frecuente pensar en términos de filosofía de
la comunicación. Creo que es un déficit en el pensamiento de esto que llamamos
comunicación el que no haya una mirada que trate de desentrañar el papel real
que cumplen los diversos fenómenos llamados de comunicación en la sociedad
contemporánea y en la generación de subjetividades específicas; es decir, en la
vida cotidiana de los seres humanos.
Creo que no hay una consideración muy frecuente en estos términos, es decir, en
una aproximación filosófica, en un saber que vaya más allá de un análisis factual
de los fenómenos concretos que se llaman de comunicación. Con lo cual, se le
puede hacer críticas de distintos tipos o elogios, pero me parece que falta este
otro salto o, por lo menos, no es frecuente este otro salto de mirar los fenómenos
de comunicación como constituyentes de la subjetividades y no sólo como
instrumentos al servicio de una u otra idea o de uno u otros intereses.
No hay muchos practicantes. No es una profesión. Digo, yo no conozco muchos
que puedan decir “yo soy filósofo de la comunicación”, salvo algunos filósofos que
centran el fenómeno de la comunicación en su explicación o su concepción del
funcionamiento de las sociedades. Paradigmáticamente un filósofo como
Habermas, sociólogo y filósofo, tiene como punto de partida la idea de la relación
comunicativa para pensar la sociedad. Pero normalmente cuando se estudian los
fenómenos de comunicación, sobre todo de comunicación masiva, más bien
tienen una mirada sociológica, cultural, menos vinculada a cierta trascendencia
que es el vivir humano en concreto sobre la tierra.
-¿Por qué para usted es importante pensar, investigar y actuar políticamente desde los problemas de la memoria y la comunicación,
sin descuidar toda la complejidad de nuestra cultura?
-Me parece que son elementos centrales e irrenunciables si se quiere tener en
cuenta el lugar en que estamos en un momento determinado. Cuando digo en el
lugar en que estamos quiero decir: cómo hemos llegado a vivir de una manera
que puede ser valorada positiva o negativamente. Pero, en general, todo el
pensamiento crítico trata de perfeccionar las cosas; por lo tanto es crítico en el
sentido de no valorar todo positivamente porque si no, no habrían muchas
posibilidades de desarrollar el pensamiento. Entonces si la memoria no tiene un
lugar central o por lo menos muy relevante no tenemos elementos comparativos.
Ni podemos llegar a imaginar qué procesos hicieron posible que vivamos como
estamos viviendo.
Por lo tanto, la crítica se vuelve bastante menos sólida si no hay una reflexión,
una memoria, una memoria crítica de un pasado, porque ese pasado ha ido
generando las condiciones en las cuales estamos viviendo. Si se quiere pensar
analíticamente, reflexivamente, hay que tener en cuenta qué nos ha precedido
para que hoy vivamos en estas condiciones; porque todo ha sido en algunos
momentos construido, aun cuando son múltiples los caminos por los que
accedemos a nuestro presente.
-¿Y respecto de la comunicación?
-Bueno, así como la memoria, la comunicación es parte del quehacer humano
central. Si entendemos por comunicación el vivir juntos con otros, después
podrían venir infinidades de otros caminos de reflexión, como por ejemplo ¿qué
son los medios de comunicación?.Así la comunicación, lo mismo que la memoria,
son elementos centrales para convivir con el otro. La comunicación es siempre…
(Schmucler hace una pausa sonriente para continuar)… ¿es siempre? …debería
ser siempre por lo menos, el vivir con el otro. Pero para vivir con el otro tenemos
que tener formas de vincularnos con ese otro, formas de tener cosas en común,
que es el sentido más profundo y sustancial de la idea de comunicación.
-En algún momento se pensó que el consumidor de los medios
masivos de comunicación era un público construido por la
intersección de las normas y competencias diseñadas por el mercado
mediático, y otras normas y competencias provenientes de otros
ámbitos de esos actores sociales. ¿Hoy se puede seguir pensando que
las reglas del juego elaboradas e impuestas por el mercado mediático
han ingresado a esos otros ámbitos que mantenían cierta autonomía y
permitían ejercer una libertad o decir que no a tal información o
práctica social?
-Creo que no han cambiado mucho las cosas, solo que es más intenso. Pero no
diría que todo sea por la influencia de los medios, sino por la constitución de
sociedades que coinciden en su sentido común con lo que los propios medios
están suscitando o reflejan. Me parece que no hay demasiada distancia entre lo que dicen los medios y lo que la población vive en su propia experiencia o en sus
propios deseos. Los medios actúan, influyen y orientan, pero sobre la base de
otros presupuestos previamente aceptados; no creo que los medios actúen tan
decididamente.
Por lo tanto, esa posibilidad de “decir no” de la que hablas, es decir, de no aceptar
los criterios mediáticos de esta cultura o forma de instalación de pensamiento
colectivo, hoy tiene un componente indudablemente mediático en todo lo que se
llama comunicación masiva, medios de transmisión, medios de difusión de ideas,
de percepciones y de maneras de existir. Ahora, la posibilidad de negarse a las
formas dominantes que se publicitan ahí significa una manera distinta de
concebir las cosas.
Si uno tiene otras ideas, otras concepciones de su existencia cotidiana muy
difícilmente los medios influyan, pero hay que estar cargado de esto. A su vez, los
medios reproducen un pensamiento y una manera de existir colectivamente que
están instaladas en la sociedad, y que también son obra de los medios, pero no
como hecho exclusivo, sino que toda la práctica social y humana hoy construye
un pensamiento y una actitud ante el mundo que admite que lo que dicen los
medios sea aceptado.
En síntesis, yo no creo que haya un mundo sobre el cual los medios actúen, y que
los medios tengan el poder de modificarlo. O se modifica el mundo, el conjunto
de ideas que rige el funcionamiento de una sociedad, o esta especie de empatía
entre medios y público receptor va a seguir existiendo. Es decir que se trata no
solo de cambiar los discursos de los medios, sino también de cambiar el vivir
cotidiano, si es que uno no está de acuerdo con este vivir.
-El autor Nick Stevenson tiene un libro que se llama Culturas
Mediáticas y alude a éste fenómeno, donde en cierto sentido gran
parte de la cultura es difundida por los medios de comunicación y
esto modifica las formas de entender nuestras vidas. ¿Se puede
hablar en términos de una cultura mediática?
- Sí, se podría hablar, pero a mí me gusta hablar de algo más genérico todavía que
es lo que Guy Debord enuncia como Sociedad del Espectáculo. Así, la sociedad
misma vive espectacularmente, es decir como si estuviera actuando para ser
vista; o sea que hay una especie de simulacro de la existencia donde entra todo lo
mediático en un sentido amplísimo. Pero cuando hablamos de lo mediático se
habla o de intereses muy puntuales direccionados a convencer los intereses o de
esto otro, que me parece que es más acertado: de un mundo básicamente
espectacular.
Y los medios, todo esto que se llama lo mediático, muestran permanentemente el
mundo como un espectáculo. Aún en sus formas más simples, la televisión es un
gran espectáculo, los medios en general son como grandes espectáculos que se
ponen en escena.
Pero además, en la vida cotidiana todo se espectaculariza, el nacimiento de un
niño, un romance, un robo o la lucha política. Aparece todo como una
representación para ser vista con la expectativa detener cierta influencia sobre lo
social.Yo creo, que si decimos mediático en el sentido de la espectacularización de la sociedad, es legítimo.
Aunque hay que tener cuidado de creer que lo mediático es como una especie de
elemento externo a la existencia social cotidiana, porque no es un elemento como
tal sino es que vivimos así. Es decir, nos gusta un programa de televisión -para
decir algo- porque tenemos internalizado ciertos gustos y ciertas ideas de lo que
puede ser placentero o atractivo. Compramos un producto que se publicita
porque coincide con nuestra idea previa de lo que hoy es el consumo y posibilidad
de acceso a bienes que prometen el bienestar de aquel que lo consume.
Me parece que esta idea del bienestar a través de las formas de posesión de
objetos es una idea bastante difundida que no la imponen los medios, pero que
los medios la refuerzan. Insisto en esto, no separar las sociedades de los medios,
porque son un conjunto que o cambian todos juntos o no cambia nada.
-En nuestras sociedades occidentales pareciera que hay una premisa
democrática suprema: el estándar de consumo de una población es
índice de bienestar de las mismas. Sin embargo, cubiertas las
necesidades básicas de alimentación, salud, vivienda, etc., ¿de qué se
trata ese excedente de consumo?
-Hay una idea de la posesión de bienes como el logro del bienestar, y esto no está
demostrado salvo en la ficción: “usted va a ser feliz si tiene tal cosa”, entonces lo
compra y hace todos los esfuerzos para comprarlo y ser feliz, pero rápidamente
en la experiencia se da cuenta que la felicidad anda por otro lado.
Quiero decir que esta especie de gasto exagerado y superfluo que no responde a
verdaderas necesidades, llamémosle necesidades sustanciales de los seres
humanos, son parte del sistema económico vigente que necesita vender lo más
posible al mayor número de gente para subsistir. Pero está muy metida la idea de
que el que más tiene vive mejor; este es uno de los grandes temas que
seguramente preocupan a alguna gente.
Y cada vez va a ser un tema de mayor interés porque vemos que la infelicidad
humana no desaparece por la pura abundancia de bienes. Es un mecanismo de
un sistema económico y de un sistema cultural que generan una especie de
sentido común: tener para ser feliz, creer que la pura posesión de bienes traen el
bienestar, pero la experiencia no lo ratifica en todos los casos.
-¿Qué ser humano se realiza en la satisfacción de ese excedente?
-No lo sé, es muy difícil categorizar esto. Más bien hay una idea sobre lo humano
que cada uno tiene de acuerdo a sus convicciones, creencias, valores, entonces
uno puede pensar en la virtud o no de un ser humano, pero que dependen de los
valores de uno. Es muy difícil definirlo de una manera rigurosa, estricta.
Yo podría decir en líneas muy generales que cada vez más los seres humanos
están alienados de sí mismos, es decir que son ajenos de sí mismos, en el sentido
de que cumplen rituales que una estructura social establece como los adecuados,
pero que no tienen en cuenta lo más pertinente para que los seres humanos se
desarrollen y vivan en plenitud.
-¿Y qué lugar hay para la poesía y el éxtasis?
-Según la importancia que se les dé. Para decirlo genéricamente, diría que la
poesía, el arte en general son hechos gratuitos; quiero decir, no instrumentales,
sino que son expresión de la plenitud del sentimiento y la vivencia humana, no
ocupan un lugar privilegiado en el orden social instituido.
Dicho esto, diría no es lo que resplandece en todos lados el arte. Pero no deja de
existir porque hay núcleos que siguen sintiendo que en la realización poética de la
vida está un verdadero sentido.
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